Por Luis Cepeda Arraut (Director del periódico Prensa Libre).- Magangué, 5 de julio de 2022.- Han transcurrido siete días del lamentable episodio delincuencial del cual fui víctima cuando fui atracado en la puerta de mi residencia. Pude reservarme, por unas horas, la divulgación de este lamentable episodio, pero finalmente reflexioné y decidí ponerlo al conocimiento público considerando que el hecho plebeyo lesiona los intereses del ejercicio periodístico ya que el reportero de la calle queda al libre albedrío y al desamparo de su libertad sin garantías para su protección personal.
La actividad del comunicador social está sujeta al servicio profesional durante las veinticuatro horas del día y estos hechos atentatorios contra el derecho a la vida crean unas limitantes de temor y de miedo para poderla ejercer libremente. Sobre todo, en un pueblo regido por el imperio de una gobernabilidad sin límites y la falta de gobernabilidad para proteger el tejido social ciudadano. Me atracaron señor Alcalde. Magangué está destruida.
Campea la inseguridad en medio del desorden y la ausencia de autoridad municipal competente para controlarla. Y no les cabe ningún remordimiento en la tempestad de su alma extraviada. Me dio tristeza lo ocurrido.
La tierra noble, acogedora y abierta que nos vio nacer sobrepasando los límites de su destrucción en manos de unos gobernantes débiles, incapaces de esfuerzo, inhábiles para lo grande, impotentes para la lucha y dormidos en el fango de la corrupción.
Nos cuesta ser honorables. El desamparo contra los periodistas es ya el colmo del irrespeto. Hemos llegado a la escoria del fracaso gubernamental. Anhelamos esa libertad que nació con nosotros y que nos niegan con placer aquellos que la ignoran en un mundo sin alma. Pareciera que los serviles del continuismo destructor alimentaran su odio a la libertad privando a los magangueleños del derecho a su convivencia sana.
No se puede explicar de otra manera. Me atracaron señor Alcalde. Qué ironía. Usted es el único que no lo sabe. Pesa en su conciencia el cargo de su propia responsabilidad. Qué pesar decirlo. Magangué es una ciudad invivible. Se quedó sin dolientes y el amor a ella es un sentimiento demasiado grande para caber en el corazón, tan pequeño, de quienes hoy nos gobierna y nos manzanilla.
Magangué está viviendo la peor etapa delincuencial de los últimos años con índices de alta inseguridad que se refleja en el pobre pie de fuerza policial que solo llega a 55 agentes del orden público para un municipio que ronda los doscientos mil habitantes. No hay autoridad que nos represente ante el gobierno nacional ni gobernante acreditado que interceda ante nosotros. El panorama es incierto, triste e insólito.
El horizonte nublado es el grito indignado de un pueblo oprimido que no encuentra salida para liberarse de la crisis moral que lo agobia. La inseguridad nos persigue. Hemos caído en el ostracismo de la peor secuela. En manos de una dirigencia contaminada y delirante contraria al bienestar humano como una herejía adversa al sentimiento de la razón y de la fe.
¿Pero de dónde nace ese conformismo? ¿Esas contradicciones sepultureras de opinión que profundizan las circunstancias y situaciones difíciles por las que estamos atravesando? Magangué está destruida. Perdimos el sentido de pertenencia y el hilo conductor de nuestro destino prospero.
El arraigo de esas aberraciones políticas-administrativas se impone frente a todo lo malo. Ojalá el concurso de las buenas conciencias y la mentalidad de cambio demostrada en estas elecciones presidenciales, por voluntad del pueblo decidido, purifique esta atmósfera viciada, deletérea que nos asfixia.
Así lograríamos cambiar la noche gris que vive Magangué. Tenemos que sembrar el anhelo a la libertad. Hombres con identidad enamorados del ideal, hijos superiores en toda la extensión de la palabra, ambiciosos, llenos de talento y de audacia dispuestos a conquistar el poder y a reorganizar nuestra sociedad extraviada.
Magangueleños esforzados de ánimo viril, de grandeza, de eterna agitación que amen la lucha y desde cualquier distancia o lugar donde se encuentran contribuyan a encontrar el liderazgo que reclama la ciudad para seguir luchando por la vida y lograr la reincorporación de estos buenos hijos para que la saquen del estado de postración y la conduzcan por los caminos de su futuro próximo.
“Todo tiempo pasado fue mejor”, decía Jorge Manrique en sus famosas coplas. Atrás quedó una generación emergente que dejó huellas de su orfandad por tan obligante ausencia de valores. Hombres como Alfredo Posada, Arturo Zea, los hermanos Cárcamo, los Amín Prasca, los Amín Hernández, entre otros, dejaron el vacío de nuestros valores ancestrales.
Pareciera que en costumbres personales y públicas las cosas se hacían y manejaban mejor en el pasado. El presente es un modelo opuesto a la realidad de nuestros sueños con un ideario político administrativo condenado al fracaso.
Me atracaron señor Alcalde. Usted es la primera autoridad del municipio. Lamentablemente ignoraba que yo soy un magangueleño digno pero un desconocido para usted. ¿En qué mundo vive? Aparece usted como una solitaria roca en medio del océano.
Son reflejos de su imagen y semejanza. Señor Alcalde, me atracaron. Devuélvanos la libertad.
© 2023 Revista Zetta. Todos los derechos reservados.
Diseño WEB CTGENA.CO