
Por Ambrosio Fernández (Especial para Revista Zetta).- Cartagena de Indias, 29 de abril de 2025.- Durante años, Cartagena fue administrada por mandatarios que ofrecieron más palabras que hechos, más excusas que resultados. La ciudad se acostumbró a la parálisis, a la improvisación y a una gestión pública sin planificación ni compromiso real. En ese contexto, la llegada del alcalde Dumek Turbay ha representado un cambio de rumbo: por primera vez en mucho tiempo, la ciudad tiene un liderazgo que apuesta por la ejecución con base en datos y evidencia.
El presupuesto aprobado para 2025, el más alto en la historia de Cartagena, asciende a $3,9 billones. De ese total, $1,5 billones se destinan a obras de infraestructura claves para transformar la movilidad, el acceso a servicios públicos y la calidad de vida en los barrios. Además, $2 billones están proyectados para inversión social, lo que revela una gestión orientada a atender de manera estructural las desigualdades históricas que afectan a la ciudad.
Pero cuando por fin se avanza con planificación y resultados, surgen voces que buscan desviar el foco. Actores políticos con intereses personales han comenzado a generar provocaciones que buscan arrastrar al alcalde a disputas estériles, mediáticas y desgastantes. Frente a esto, es necesario recordar que gobernar no es un juego de apuestas. No se trata de faroles, ni de responder al juego de quien quiere pescar en río revuelto. Gobernar es un acto de responsabilidad, y hoy Cartagena necesita que el liderazgo se mantenga firme, concentrado en ejecutar.
La tentación de responder puede ser grande, pero el desafío de la gestión actual es más importante que cualquier pulseo político. Si algo ha enseñado la historia reciente de Cartagena, es que los vacíos de gobernabilidad se pagan caro: en retrocesos sociales, en obras inconclusas, en desesperanza ciudadana. Hoy, por fin, se está ejecutando. Que el ruido no desvíe ese camino.
La ciudad exige continuidad, enfoque y resultados. Es tarea de la ciudadanía, los sectores académicos y los medios acompañar el proceso con vigilancia crítica pero justa. Y es responsabilidad del alcalde mantenerse al margen del ruido, porque Cartagena ya perdió demasiado tiempo entre relatos. Ahora, los datos y la acción marcan la diferencia.