Hubo un personaje que ha sido el gran protagonista de este proceso de inscripciones: el relleno.
Sin el relleno los partidos no hubiera cumplido la ley de cuotas, o no hubieran tenido los nombres para llenar las casillas permitidas. El relleno llegaba a última hora y era un bálsamo para directivos, que sentían que la lista quedaba a salvo. El partido que diga que no tuvo un relleno, que lance la primera piedra. Las listas están inundadas de rellenos.
El relleno aparecía de la nada y tenía mil caras: era un familiar, un trabajador, un primo que estaba de vacaciones, una secretaria, una novia, un conductor. Lo importante es que era ¡el relleno!
Pero también hay rellenos con vocación de permanencia, también, que se quedan en las listas para “contarse”.
Gracias al relleno ahora viene otro proceso de negociación política que es el de las modificaciones: un candidato verdadero entra en el cupo que deja un relleno. Y así el relleno habrá cumplido con su nombre labor en pro de la gloria de nuestra democracia. ¡Loas al relleno!