Destino afortunado

Por Danilo Contreras (Especial para Revista Zetta).- Borges sugiere que el destino es el nombre que damos a “la infinita operación incesante de millares de causas entreveradas”, con lo cual el autor parece excluir el azar de tal conjetura. Cometo el atrevimiento de disentir, pues justamente, el albur se cuela por esa telaraña de causas.

La suerte parece iluminar el destino de ciertos contratistas, que sin contar con reconocimiento y experticia suficientes, resultaron beneficiarios de la contratación Distrital para la ejecución de un plan de obras con cargo a un multimillonario crédito cuyas consecuencias están por verse.

Alexander Rodríguez es un hábil contratista que tiene la representación legal de los consorcios “Vial Urbano” y “Vías Cartagena” adjudicatarios de obras por valor superior a $37 mil millones. En plata blanca esas firmas deben responder por unas 78 calles en los barrios. He sabido que hoy, “Consorcio Vial Urbano” solo ha entregado 2 calles pavimentadas de 41 encargadas, pese a que los plazos se han vencido en algunos casos y en otros vencen a finales de octubre, lo que hace prever el revés de dicho paquete de contratación, salvo mejor información.

Las posibles irregularidades no paran allí. Conocemos reclamos, según los cuales, los consorcios no pagan a los subcontratistas, dejan de consignar prestaciones sociales a trabajadores y las obras reciben críticas por mala calidad.

Estas inquietudes ratifican que un conjunto intrincado de eventos ha señalado el destino afortunado del mencionado contratista y otros, que súbitamente se vieron favorecidos por la multimillonaria contratación, pese a su evidente incapacidad para cumplir con la encomienda contractual. Cualquier ciudadano sospecha que una empresa recurrente en la subcontratación, que demora los pagos a los subcontratistas, que incumple con intolerable frecuencia sus obligaciones laborales sin dar respuestas, solo llega a tener acceso al beneficio de la adjudicación de cuantiosos recursos como consecuencia de un entramado que probablemente tiene origen en una mente astuta que propicia el destino de afortunados contratistas como estos, quienes a despecho del intereses general, pasan de ser gente de a pie a magnates de la contratación. Sería deseable que eso lo puedan determinar los organismos competentes, para lo cual encontrarían abundantes datos en el Informe de Transparencia en la Contratación Distrital publicado por Funcicar; todo un auto cabeza de proceso, dirían los juristas de otras épocas.

El informe señaló sin ambigüedades que la contratación realizada con recursos del crédito aprobado por valor de $250 mil millones, fue adjudicada con irregularidades que determinaron la concentración en pocos contratistas y agregó que el desfase por obras no previstas alcanzaría los $80 mil millones. Vaya dolor de cabeza que le espera a los cartageneros mientras pocos disfrutan del “Baloto” sin comprarlo.

Así las cosas, eso de las obras que transformaron la historia de la ciudad no pasa de ser un cinismo o, cuando mucho, un despiste.