El episodio de la placa que homenajeaba a los invasores ingleses puso al descubierto la extraña condición del alcalde Dionisio Vélez para la testarudez.
Ese episodio lo convirtió en esos días en el antipersonaje nacional, hasta que por fin admitió el error.
El escándalo pasó y quedó en el anecdotario, pero la condición tozuda del mandatario se mantuvo in crescendo, tal como lo hemos constatado tortuosamente en estos días los cartageneros con la “fase pedagógica” de Transcaribe.
Esa condición es la que tipifica a la persona que se mantiene firme o inamovible en su actitud, aunque se le den razones en contra, aunque el mundo se acabe.
Estar metido en un trancón por dos horas el algo bien parecido al fin del mundo, y esa es la “placa” que queda fijada en la mente colectiva, gracias a Dionisio.
Razón tiene el personero William Matson al pedir el cese de tan controvertida y perversa pedagogía, pedido que al unísono han coreado el alcalde electo Manolo Duque, el gobernador electo Dumek Turbay, la defensora de una parte del pueblo, Irina Junieles, y, junto a ellos, miles y miles de cartageneros mamados de esa decisión.
Persistir en la tozudez me hace recordar el entonces candidato presidencial Juan Manuel Santos cuando dijo que “solo los imbéciles no cambian de opinión”. En otras palabras, es imperceptible la frontera que va de la terquedad a la imbecilidad.
Al margen de la condición sicológica que hace al alcalde Dionisio insistir en una fórmula que demostró su fracaso, me parece también una torpeza política.
Ya quisiera cualquier alcalde de ciudad capital haber contado con $250 mil millones para hacer obras en educación, salud y vías. Semejante tesoro a cualquiera le hubiera servicio de bandera para pasar a la inmortalidad como el gobernante de más logros en la historia, y Dionisio ha tenido ese privilegio. Pero por más que inaugure decenas de kilómetros de vías en los barrios, o entregue nuevos colegios o puestos de salud, la despedida ha quedado eclipsada y etiquetada por los trancones monumentales a causa de la “etapa pedagógica” de Transcaribe, cuyo único efecto pedagógico real ha sido saber qué no se debe hacer.
Alcalde: a nueve días de dejar de serlo, a dos días de la Navidad, y por amor de Dios, ¡hágale caso al personero, a los mandatarios electos y al millón de cartageneros (sin contar con los visitantes que ya comienzan a llegar): deje la testarudez y detenga esa locura!