La otra película, andenes llenos de ventas

Esperanza De Lavalle (Especial para Revista Zetta).- En el Centro histórico numerosos visitantes de diferentes rincones del país se mezclaban con propios, en su mayoría, motivados por lo que encierra el Festival de Cine, cartelera, fiestas, homenajeados, ganadores y por conocer en carne y hueso a esos personajes de las películas y de la televisión que deambulaban en Cartagena para esa fecha.

A simple vista las calles evidenciaban la otra película, sí, la misma de todos los días, la de los andenes repletos de ventas informales, dejando al peatón sin chance para su uso.

Aunque somos amigos del derecho al trabajo, de las oportunidades y de la inclusión, no por eso vamos a “tirarnos” a Cartagena como lo estamos haciendo, porque el Centro parece sin orden en materia de aceras para transitar.

Artesanos de collares, aretes, pulseras, mochilas, junto con las ventas de sobreros y gafas, se adueñan de las aceras del Museo Naval, del Palacio de la Proclamación, de las calles Román, Baloco, Santo Domingo y Venezuela, por enumerar unas cuantas.

Y es que las “callecitas de Cartagena llenas de gloria”, como dice la canción, hoy están lejos de serlo y son más una odisea para el peatón, porque ante esta situación queda desprotegido y a la buena voluntad de los que se movilizan en carro o en coche, para no terminar con un golpe en el trasero.

Aunque es un problema de vieja data, se ha agudizado, por lo que se hace necesario meterle solución a este rollo, no se puede seguir siendo permisivo con esta situación que no ayuda a la libre y rápida locomoción de los que a diarios caminamos el Centro, ni mucho menos empañar el atractivo más hermoso que tiene Cartagena para mostrar al turista, como son su historia y arquitectura, no podemos permitir que unos cuantos maten a la “gallina de los huevos de oro”.

Por eso se urgen políticas de reubicación, en espacios visibles, dignos, sin problemas de insalubridad, en el que los intereses de los vendedores no afecten el de la inmensa mayoría, y en esto la nueva administración tiene un reto.

Todo es tan cierto como el que se indemnizan a vendedores para que dejen un sitio y, al cabo de un tiempo, aparecen otros más, tal como ha ocurrido con el andén del antiguo Almacén Ley, en el que las batas hindúes volvieron a colgarse para la venta. O peor aún, que los indemnizados se apropian de otros espacios, por falta de control y seguimiento.

El panorama es patético en la Avenida Venezuela, andenes que fueron construidos, ampliados y despejados de dichas ventas con la construcción de Transcaribe, paulatinamente se llenaron ante la indiferencia de las autoridades competentes, por eso volvieron los vendedores de minutos, de oro golfi, de gafas, y hasta indígenas con sus cuentas y brebajes para diferentes males, ah y uno nuevo, el lustrador de calderos y ollas percudidas.

Esto resulta una tortura en hora de alta concurrencia, y ni hablar del andén del Parque de las Flores, allí además de las ventas de jugos y frituras, con la complacencia de los que ahí laboran, los perros duermen en cajetas ubicadas justo en las vías de acceso, lo que dificulta cruzar de la parte de atrás del edificio City Bank a la avenida Venezuela.

¡En verdad, esta película tiene que acabar!