Por John Zamora – Director Revista Zetta.- La revitalización de las Fiestas de la Independencia de Cartagena es una de las aspiraciones culturales que más congrega a la ciudadanía.
La decisión de Raimundo Angulo de mover la fecha de su Concurso Nacional de Belleza para marzo próximo, es una oportunidad para nuestras fiestas populares .
Ya Raimundo tendrá tiempote explicar con mas detenimiento a la ciudadanía, a los seguidores de su concurso y a sus patrocinadores, el por qué de esta decisión tan repentina e improvisada, a menos de un mes de su fecha anunciada, cuando incluso el famoso Mini Cromos ya estaba en Aruba…
Pero esas son vicisitudes de un evento privado, que con el tiempo eclipsó la esencia del Once de Noviembre, que no era la Señorita Colombia sino la Independencia de Cartagena.
El despertar de esa conciencia cultural, gracias a Jorge García Usta y otros actores culturales, ha elevado la pértiga y cada vez son más numerosas las voces que claman por unas festividades con mayor identidad, donde nos expresemos, nos encontremos y nos reconozcamos.
Al gobierno de Primero la Gente le viene como anillo al dedo esta coyuntura, pues ahora con más razón debe aprovechar para establecer una política pública cultural, liderar un proceso ampliado, con énfasis especial en la educación ciudadana: fiestas y respeto, alegría y civismo.
El presente y futuro de esta manifestación cultural tiene un nexo indesatable con el pasado, pues de allí parten las tradiciones, en el origen de las cosas.
El origen de la independencia de Cartagena está documentado por los historiadores, como el gran Lucho Pérez Argaín en su himno a Getsemaní, cuando escribió que un cubano glorioso dio el grito de independencia, en alusión a Pedro Romero.
La memoria de este forjador de la nueva historia de Cartagena está en mora de salir del olvido.
Hace tres años lo propusimos como bandera editorial y ahora la volvemos a presentar: para rendirle tributo a lo nuestro, y como homenaje a la independencia de Cartagena, en el corazón de Getsemaní, frente a los ojos del mundo, donde se firmó el acuerdo de paz con las Farc, está el Centro de Convenciones con un nombre ajeno. Es hora de rebautizarlo con el nombre de Pedro Romero. ¡Insistimos!