Por John Zamora (Director de Revista Zetta).- Un año después de ser elegido y 10 meses después de su posesión, está suficientemente claro quienes han configurado lo que se puede llamar oposición al gobierno de Manolo Duque.
La oposición es una institución por excelencia de la democracia y generalmente se aprecia en esquemas de gobierno-partidos a nivel estatal. Pero en el ámbito local, la oposición no suele expresarse por partidos sino por grupos de interés, grupos de presión, liderazgos o simplemente malquerientes.
Para el caso del gobierno de Primero la Gente, no hay partidos políticos en oposición sino miembros de bancadas que, a título individual, expresan puntos contrarios; igual sucede con grupos de interés o de presión, que señalan diferencias por asuntos puntuales y no de forma sistemática.
Donde más se aprecia una clara tendencia opositora es en redes sociales, por cuentas individuales que se han tornado monotemáticas y obsesivas en sus críticas.
Dentro de los grupos de presión, no obstante, si hay un binomio con una predominante tendencia a la oposición: el grupo Funcicar-El Universal, que bien sea por interpretaciones de estudios e indicadores, o bien por hinchazones noticiosas, ejerce como tal. También se puede incluir como opositores ocasionales ex adversarios de campaña como Andrés Betancourt o Fabio Castellanos.
Para un gobierno serio, la existencia de la oposición es saludable, porque encarna un contrapeso necesario para mantenerse con el polo a tierra, y es una fuente de contraste para el conglomerado.
Tal vez por exceso en la demostración de amor y lealtad del gobierno, algunos partidarios de Primero la Gente ven en la oposición a un demonio, y desaprueban toda expresión que no sea de loor a Manolo.
Pero tanto en la oposición a todo y en la aprobación de todo, se incurre en una aberración política, pues se pierde de foco lo sustantivo y se privilegia lo adjetivo.
Decir que Manolo ha hecho un mal gobierno es mentir, al igual que sostener que pinta para ser el mejor de la historia.
Manolo tiene 10 meses de gestión en una ciudad difícil, muy difícil: por la pobreza histórica, por los chicharrones heredados, porque la plata no alcanza y porque la buena voluntad nunca es suficiente.
Pero lo que se puede llamar “oposición” tiene otra visión. En términos generales es que el alcalde poco hace, o no hace lo suficiente, o le quedó grande la ciudad, o “yo lo hubiera hecho mil veces mejor”.
El Concejo de Cartagena no es parte de la oposición, ya que la mayoría de sus integrantes votó a favor del alcalde Duque, pero si tiene el deber de ejercer control político y de formular interrogantes y asumir posiciones. No obstante, algunos miembros tienen “episodios de oposición”.
El concejal que más episodios de oposición es César Pión, habituales sea quien sea el alcalde. Es que desde que llegó al Concejo se ha mostrado como un inconforme… recuerden cuando se disfraza como paraco o como el Chavo en señal de protesta, y recuerden que en todas, pero en todas las sesiones, interviene para “tirar línea”… a veces el inconformismo no le alcanza para el día de la votación, cuando después de esperar que vote No, sorprende votando Sí… Algunos dirán que es la “dinámica” de la política.
La tendencia a la oposición de El Universal también era previsible. Es el periódico tradicional de Cartagena y en medio de sus habituales despistes, trata de hacerle eco a los preceptos del periodismo “duro y puro”, y de cerciorarse que todos veamos que es un anti-gobiernista predeterminado… salvo que el gobierno lo ejerza alguien afín a su grupo de presión como cualquier Mariamulata…
El mismo grupo de presión o de intereses de El Universal también está Funcicar, el hijo de un grupo de empresas que se encarga de volcar su amor por Cartagena a través de estudios y ejercicios ciudadanos, sanos a prima face, pero con su connatural carga de control político.
Por eso muchas noticias como informes siempre hay que tomarlos con beneficio de inventario, pues caminan por esa doble personalidad: entre rendirle honor a los más nobles propósitos periodísticos o misionales, o sucumbir a los intereses de sus dueños o las pasiones personales de sus plumas.
Está científicamente comprobado que El Universal tiene un honroso cuerpo profesional que apenas aprende y quiere recibir la paga justa, es relevado por mozalbetes ilusionados por hacer buen periodismo. Los gobiernos de turno y los lectores son los que sufren ese laboratorio, con el agravante que no es uno sino dos medios: el impreso va por un lado, y el web/redes por otro.
Magnificar errores, potenciar vacíos o desconocer logros institucionales de Manolo hacen parte de la rutina informativa de El Universal. No es que siempre desdibuje, sino que se hace con tanta frecuencia que queda sembrada la incógnita: ¿será verdad o será que le están “tirando duro” a Manolo?
Sin embargo, si en la Alcaldía saben eso… ¿para qué dan tanta papaya? La imprecisiones, vacilaciones, demoras y contradicciones en decisiones y gestiones lo único que hacen es tipificar el papayazo…
Las redes sociales han sido definidas como unas cloacas incontrolables… y allí hay un nicho opositor que se traduce en memes, intrigas, chismes, calumnias y toda suerte de barbaridades inimputables. En la Alcaldía hay una especie de “complejo de redes” que nadie ha sabido como afrontar… pero tranquilos, que nadie en el mundo ha encontrado la fórmula para controlar este monstruo amorfo de mil cabezas.
Otros sectores de la sociedad cartagenera no pueden ubicarse en este esquema gobierno-oposición, cada vez que hacen un ejercicio de crítica a lo que consideran no conveniente. Por ejemplo, Fenalco ha señalado su inconformismo con el pico y placa de los sábados, y ello no lo cataloga como opositor.
Manolo llega a su primer año como gobernante y le llegará el momento del balance. El hecho de señalarle aciertos y desaciertos debe ser asumido con madurez, sin apasionamientos y con un pleno sentido de la sindéresis. El hecho de expresar críticas en algunos asuntos, no significa una desaprobación general al gobierno. Y el hecho de ser opositor encarna una responsabilidad social y política donde no caben personalismos, vanidades, veleidades ni mentiras. Hay que rendirle homenaje a la oposición en la democracia con argumentos serios y sustentados, no con sospechas, presunciones, prejuicios y “ardidera”. La oposición hay que hacerla bien hecha, de lo contrario lo único que pondrá en evidencia será el ruin propósito de preconfigurar el artificial fracaso de un gobierno.
En lo que la oposición, el gobierno y la sociedad civil tenemos que estar de acuerdo es en remar juntos por la ciudad, con sensatez y madurez. Ahí está lo fundamental.