Nueve innings no fueron suficientes para definir una de las Series Mundiales más dramáticas de la historia, entre los dos equipos que más tiempo llevaban sin ganar la corona.
Hizo falta un capítulo adicional, con la tensión adicional de una espera, breve, pero espera al fin, por una repentina llovizna sobre el Progressive Field de Cleveland.
Hemos sido testigos de uno de los mejores séptimos juegos de un clásico de otoño, con batazos extraordinarios, costosos errores tácticos y emociones al por mayor.
Los Cachorros de Chicago rompieron finalmente una espera de 108 años y enterraron definitivamente a ese chivo maldito que con el paso del tiempo pesaba más que un elefante obeso.
Los Cachorros cerraron con su victoria número 114 del año, entre la campaña regular y todas las fases de la postemporada, a pesar de que el manager Joe Maddon en ocasiones daba la impresión de que hacía todo lo posible por perder.
La vida le dio la razón a quienes 24 horas antes criticaron el innecesario uso y abuso del cerrador Aroldis Chapman, sometido a un trabajo excesivo.
Esta vez Chapman no pudo exhibir su velocidad aterradora y de 35 pitcheos que hizo en un inning y un tercio de labor, sólo ocho sobrepasaron las 100 millas por hora, muestra del cansancio acumulado por el excesivo trabajo.
El cubano permitió un épico jonrón del veterano Rajai Davis que igualó las acciones en el final del octavo, aunque para los libros de récords, a pesar de echar a perder el salvamento, quedará como el lanzador ganador del juego con el que los Cachorros consiguieron su primer banderín desde 1908.
Maddon dirigió contra la lógica, con el absurdo como patrón, pero ya todo eso pasa a un segundo plano y a los ojos del mundo queda como el genio que rompió la maldición.
Por el contrario, Terry Francona, el manager que en el 2004 deshizo con los Medias Rojas de Boston el maleficio de Babe Ruth, se equivocó al manejar su pitcheo a lo largo de toda la serie, aunque no haya sido hasta ahora que pudimos comprobarlo.
Todavía es un misterio por qué nunca le dio una oportunidad al novato Ryan Merritt, el abridor del juego ante los Azulejos de Toronto que le dio a los Indios el pasaporte a la Serie Mundial.
Merritt, con apenas cuatro juegos en su carrera, tres de ellos como relevista, demostró de qué está hecho, al dominar a los Azulejos, a pesar de las presiones que quisieron ponerle veteranos rivales como el dominicano José Bautista.
Sin embargo, Francona decidió jugársela con una rotación de tres hombres, con poco descanso entre ellos y le salió mal.
Ni Trevor Bauer, ni Josh Tomlin pudieron hacer su trabajo con tres días de descanso, mientras que el as de los Indios, Corey Kluber, lo consiguió una vez pero falló cuando fue requerido nuevamente con tres días de descanso para el partido decisivo.
Los Indios deberán seguir esperando hasta al menos un año más y quién sabe si vuelven a encontrarse con el Cachorros, equipo cuyo núcleo es muy joven y con condiciones para establecer una dinastía.
Entretanto, en Chicago, preparen la mesa, que hoy se come chilindrón.