Por Danilo Contreras (Especial para Evista Zetta).- Me atrevo a decir que la mayoría de quienes habitamos las ciudades de Colombia no percibimos la trascendencia histórica del periodo que nos ha tocado vivir, ya que la violencia de la guerra subversiva fue remplazada en los noticieros por la violencia de delitos comunes de ladrones y homicidas de baja ralea con que nos inundan diariamente, sin contar los escándalos en boga de los cacos de cuello blanco que asaltan sin piedad las arcas públicas. Pero no hay duda que el cese del conflicto con las Farc inspira un nuevo panorama, empezando por el campo del que viven en ultimas las ciudades.
Estas nuevas circunstancias propician propuestas políticas loables, pero no del todo consistentes, en el sentido de que la próxima campaña presidencial verse sobre la corrupción como una formula monotemática, considerando, dicen sus promotores, que ya hemos alcanzado la paz.
Creo que la proposición está viciada de demagogia pues la paz no se ha consolidado y sin duda debe estar en la agenda de los candidatos. Las propuestas en favor de la consolidación de la paz o de la destrucción de los acuerdos y su implementación moverá el electorado.
Muchos factores se erigen en dificultades para la paz, pero solo me referiré a uno en particular con especial incidencia en la recuperación del campo: el acceso al crédito.
Los acuerdos de la Habana prevén como punto central una reforma Rural Integral, en la que destaca el apoyo a la economía campesina, familiar y comunitaria con planes de acceso a crédito. Esto es vital si consideramos que según el censo agropecuario del DANE, el 89% de los productores agropecuarios no tuvo acceso al crédito.
Luego de firmados los acuerdos nos enfrentamos al “coco” de la falta de recursos para aterrizar lo acordado y por eso se debaten medidas urgentes como destinar a vías terciarias los recursos de regalías que hoy se destinan a ciencia, innovación y tecnología, lo cual es por lo menos controversial.
La pregunta es de donde saldrán los recursos para arrancar con la reforma rural. Una primera respuesta debe estar en boca del Banco Agrario, con la dificultad de que a pesar de que los campesinos consideren acceder al crédito, se encontrarán con la barrera de que carecen de garantías para ofrecer y que no documentan historia financiera. Por ello es preciso aguzar la imaginación y ganar en sentido social y solidario para unir esfuerzos entre el Estado, grandes productores y campesinos de los cuales finalmente se benefician los primeros.
Hay instrumentos que bien manejados, ofrecen salidas. Los entes territoriales pueden prestar garantías dinerarias al Banco Agrario para que los campesinos accedan al crédito. El mecanismo no es nuevo pero en el pasado no se implementó bien. Es preciso revisar errores pasados y configurar esquemas nuevos que vinculen a integradores que garanticen la compra de producción y ayuden a fortalecer el recaudo de cartera. Puede ser un buen comienzo.
Sería bueno probar nuevos mecanismos ahora que es tiempo de siembra.