Por Andrés Rico Rivera (Especial para Revista Zetta).- Una evidente falta de cultura cívica conduce a que la política sea materia de poca aceptación y participación en los jóvenes, importante población en la que falta de información o desconocimiento hacen del tema algo poco interesante y complejo de entender. Algunos dicen no contar con las herramientas necesarias para interesarse en la política.
Para que la democracia tenga un efecto positivo en la participación y decisión, se hace necesario motivar a los jóvenes; y el medio más eficaz para lograrlo resulta ser la cultura cívica.
Resolver el problema del desinterés es más complejo que agregar una cátedra sobre política, esperando una solución espontánea. Es un error pensar que este sería el único factor para tener en cuenta, y dejar de lado el rol formador que deben cumplir las familias, como base fundamental de la sociedad, y que cuales cumplen un papel primordial en la formación política y cívica de los jóvenes, incentivando así el interés, a través de una sana discusión relacionada con la actualidad política.
Sin embargo, no podemos olvidar que gran parte de la responsabilidad es atribuible a la clase política, quienes envían mensajes confusos debilitando su credibilidad, siendo la causa de desconfianza y apatía.
Dicha desconfianza se manifiesta en la falta de afinidad ideológica. Muchos jóvenes señalan que los partidos y políticos no representan sus ideales e intereses, y que se encuentran distantes de los problemas que aquejan a la sociedad. En este sentido, las críticas se concentran especialmente en los partidos, que terminan desincentivando la participación juvenil por evidentes conflictos de intereses, discordias entre dirigentes y la inexistencia de nuevas propuestas acordes a los cambios sociales y contextuales que experimenta la sociedad.
En medio de esta desinformación es importante que los políticos estructuren el contenido de sus propuestas, dejando clara son sus posiciones frente a temas de interés general. Cuando el mensaje de los políticos sea claro y preciso, los jóvenes pueden identificarse con las intenciones de éstos, legitimándolos mediante el voto, y que este mecanismo sea considerado por los jóvenes como una herramienta del ejercicio democrático y como medio efectivo para influir en el presente y futuro.
Podemos concluir que el descontento de los jóvenes con la actual clase política, se debe, al menos en parte, a una cultura política débil que no fomenta la participación. Por esta razón, es clave reforzar la importancia de la institucionalidad democrática, a través de intervenciones dirigidas a involucrar a la población juvenil. Sólo de este modo lograremos que puedan interesarse en los problemas que afectan a la sociedad y sobre todo en encontrar las maneras para solucionarlos. Por tales motivos son los mismos jóvenes quienes demandan más y mejor educación cívica, que les permita comprender de mejor manera el sistema político que funciona en el país.
Con esto se fomentaría el conocimiento político, la conciencia reflexiva acerca de los asuntos públicos, pero sobre todo, un sentido de pertenencia y compromiso hacia los problemas de su alrededor.
Pero no solo basta con la capacitación para incentivar a los jóvenes a valorar la política y votar. También se requiere idear estrategias para que cambie la percepción negativa hacia la clase política y para que los jóvenes sientan que pueden ser protagonistas del cambio. Los partidos políticos son, a la vista de los jóvenes, instituciones formales, lejanas y rígidas, muy distintas a las estructuras flexibles y horizontales. El acercamiento de los jóvenes a la política requerirá de estrategias novedosas por parte de los partidos, es decir, éstos deberán hacerse cargo de la distancia que existe entre su oferta y aquello que los jóvenes esperan, incorporando problemáticas juveniles en las campañas electorales y en nuevos políticos que los representen y escuchen sus necesidades.
Andres Rico Rivera, Cartagena, 2017.