Por John Zamora (Director de Revista Zetta).- La reyerta Uribe vs. Samper Ospina es el espectáculo más ridículo que ha tenido que soportar la sociedad colombiana en los recientes tiempos.
Ambos son peores en esta grotesca gresca tuitera, en la que nos han querido forzar los medios de comunicación de Bogotá a tomar bando: ¿a ver, usted está con Uribe o está con Samper Ospina? Y también los medios de Bogotá –como Noticias Uno- nos sugieren la respuesta: Si está con Uribe está en el bando de los malos, y si está con Samper Ospina está en el de los buenos.
Pues no estoy con ninguno, porque ambos apestan en este sombrío episodio.
Todo nace porque Uribe llamó “violador de niños” a Samper Ospina. ¿Qué entiende cualquiera del común no más al ver esto? Que el columnista-humorista “perjudicó” a un niño.
De inmediato vienen las sagaces y peregrinas explicaciones lingüísticas del uribismo: es que uno es muy malpensado porque lo primero que se le vino a la mente es un acto carnal abusivo en menor de edad, cuando lo que debió pensar es que se puede tratar, apenas, de violentar un concepto, una carta, una cerradura…
Vean lo que elucubra el uribista portal “losirreverentes.com”: Dice el lexicólogo español, don Mariano Arnal que el término violación (y consiguientemente el sujeto violador) procede de la terminología religiosa y es genérico para denominar la acción de entrar en algo sagrado, violentando. Por eso, dice Arnal, “la sustancia del mal no estaría tanto en la forma violenta, como en el hecho de profanar algo sagrado”. Arnal pone estos ejemplos: “se viola un vientre y se viola una tumba; se viola la correspondencia y se violan secretos; se violan derechos y se violan leyes; se violan tratados y se violan pactos”.
No solo somos malpensados sino brutos… ¡cómo no nos acordamos del lexicólogo español Mariano Arnal, mundialmente conocido!
Después del perverso trino de Uribe, vino la furibunda reacción antiuribista. Ya que estamos trinando, recordemos el mejor trino que he visto sobre el expresidente: «Si hay algo peor que un uribista devoto, es un antiruibista obseso».
Y es verdad. Esa obsesión de los antiuribistas no los deja dormir, a toda hora deliran con el senador. Y en ese delirio han caído muchos periodistas, que de tanto criticar y criticar a Uribe, pasaron del disenso ideológico a un visceral y desmedido y jartísimo odio personal.
Solo es exponerse a los conceptos de Vladdo, Matador, Arismendi, Coronel o De Bedout, para ver los chorros de hiel que destilan contra el expresidente: todos cargados de odio personal, lo que reduce el valor intelectual de sus sesudos aportes al análisis de la realidad nacional.
Tras el trino vino la lloricona reacción de Samper Ospina, el pobrecito periodista-humorista-columnista, que nunca ha matado una mosca. Como dicen los bogotanos “citico el chino”…
El egocentrismo, el creerse la “v.. herida”, hacen que un periodista estrella tome un vuelo donde no distingue ciertos terrenos, y desde las nubes de su arrogancia pierda la noción de lo elemental: es periodista, no juez; es periodista, no el papa; es periodista, no Jesucristo Super Star…
Si un día soy humorista, entonces ¿tengo licencia para insultar, burlarme de la edad de José Galat o del nombre de una bebé de dos meses? ¿El humor concede toda licencia? Y al día siguiente, ¿qué? ¿Me visto de columnista y pongo cara de serio para que nadie me diga nada por los excesos de mi yo-humorista?
Tras el trino perverso y el lloriqueo, vino la solidaridad de cuerpo. Los periodistas estrellas de Bogotá abrazaron a Samper Ospina, expidieron un comunicado de punto final y exigieron respeto, mucho respeto.
En el marco del respeto, en las redes sociales a Uribe lo han tratado de genocida, paramilitar, sicario moral y muchas otras hierbas. ¡Cipote respeto!
Esos periodistas de Bogotá me hicieron acordar cuando uno de ellos dijo, al ver llover a cántaros desde la cabina de su emisora, que “llueve en todo el país”, mientras que en Cartagena el sol hacía canícula.
Tanta solidaridad no la he visto antes con ningún periodista de provincia. Si acaso la Flip se pronuncia, pero nunca hay comunicado de periodistas estrellas de Bogotá.
Nos quieren hacer creer que el país quedó divido entre buenos-samperistas y malos-uribistas… pero hay que despertarlos. Hay que darles la gran noticia: en Colombia somos mayoría los no alineados, que no entramos ni en el juego infame de Uribe y sus trinos incendiarios, ni en el de las lágrimas de cocodrilo. Como dicen las señoras de por aquí… ¡sean serios!
P.S. Siempre recuerdo en estos casos los versos de Alberto Cortez, y no es la primera vez que los transcribo:
No es siempre la barba blanda la que mejor se rasura;
Para una buena navaja no importa la barba dura;
Depende si el afilado lo sabe hacer el que afila:
Ni poco ni demasiado, todo es cuestión de medida.