Por Danilo Contreras (Especial para Revista Zetta).- Es adagio atribuido a Pambelé que es mejor ser rico que pobre. Pero igual podríamos decir que es mejor la paz que la guerra. Estas aparentes obviedades nos recuerdan con cierta ironía que solemos abandonar el sentido común para transitar caminos de irracionalidad. La paz nunca será perfecta en este mundo material, pero es mejor construirla que hacerla trizas.
Los beneficios de la paz son muchos. En 2015 producíamos 32 millones de toneladas de alimentos según la SAC, mientras que expertos opinan que el país puede producir 700 mil toneladas adicionales de productos del campo sin conflicto. Las condiciones de seguridad están haciendo que los campesinos retornen a sus parcelas y que el empresario pueda establecer agroindustria. Hay estudios que acreditan que la economía sin guerra podría crecer entre 1 y 1.5% más por año, lo cual significaría que a 2035 contaríamos con un PIB per cápita 23.4% más alto que hoy. El 70% de los empresarios invertirían más en productividad en un contexto de posconflicto y la inversión extranjera aumentaría.
Pero la implementación de los acuerdos y la reforma rural parecen tener desorientadas a la institucionalidad, a la sociedad civil y las fuerzas económicas y sociales respecto de las estrategias que es preciso asumir para transformar el campo.
Los cambios no pueden estar solo en cabeza de un Ministerio de Agricultura desfinanciado, casi impotente, que persiste en prácticas políticas indeseables en la asignación de recursos. Una tarea tan gigantesca como la modernización del agro amerita mayores esfuerzos de todos los estamentos públicos y privados.
En Bolívar, tierra bendita para la agricultura, con ventajas competitivas incomparables, el sector agropecuario esta relegado y sus empresarios de espaldas al campo. El Informe de Inversión Empresarial en Cartagena y los Municipios del Norte de Bolívar, I Semestre 2015 demuestra que el sector ocupa la posición 14 con 367 empresas, la 10ª en número de empleos con 2.271 y el puesto 12ª en monto de activos utilizados, de manera que su importancia es relativa en la jurisdicción de la Cámara de Comercio de Cartagena.
Hay tareas que pueden ayudar. Hoy la agencia de tierras adelanta un piloto de formalización en Achí, San Jacinto Cauca y Magangue que fortalecerá el fisco de estos municipios y el departamento aumentará ingresos por impuesto de registro de los títulos. Vale que una alianza entre la Agencia y entidades territoriales extienda estos pilotos a municipios como María La Baja en donde contamos con un Distrito de Riego sin claridad en la titulación de predios que deben pagar el agua.
Varios municipios están favorecidos por medidas que permiten pagar impuestos con obras de adecuación de tierras e infraestructura para atraer a inversionistas. Podemos usar instrumentos que permitirían masificar el crédito y asistencia técnica a campesinos trabajando con BanAgrario y fortalecer organizaciones de productores. En fin, hay herramientas que debemos usar con audacia e imaginación.