Entre los 16 edificios Quiroz, el Aquarela, la audiencia de los concejales, la espera del nuevo decreto de elecciones, Playetas, Tierrabomba, y los demás chicharrones nuestros de cada día, se me estaba olvidando un episodio bien singular: la tutela con la que Edilberto Mendoza Góez pretende volver a ser director del Datt.
En cualquier momento llega su (aparentemente) inevitable regreso, sólo por orden de un juez. No regresa por aclamación, ni porque lo extrañen, ni porque se le reconozca un mérito notorio, ni porque haya resuelto trancón alguno, ni por otro motivo distinto a un mandato judicial.
Y ajá, a Sergio Londoño le toca cumplir y reinstalarlo.
Llegará, se sentará, pero en la más absoluta soledad política, como quien cuida renos en Siberia.
Si un juez decreta que le asiste un amparo, pues habrá que hacerle caso, pero ello no le otorga sustento político para pretender el regreso, máxime si recordamos que en las mismas circunstancias, no tuteló y nada pasó: Me refiero a que ocupó el mismo cargo cuando lo nombró Campo Elías Terán. Luego vino una elección atípica, Dionisio nombró a Kike “Trancón” González, quien estuvo hasta el final del periodo.
Por cosas del destino, con Manolo regresó, pero el alcalde de Primero la Gente ya no está, y el alcalde encargado –cuando no regía la ley de garantías- podía torear con su cuadrilla. Edilberto no encajó en la Ciudad de la Esperanza y lo lógico era un chao.
Así son los cargos de libre nombramiento y dirección, que implican una confianza directa del gobernante, a diferencia de los cargos de carrera, o los de provisionalidad, que buscan una estabilidad en la administración. Cuando se pierde esa confianza, o no se sabe cultivarla o sostenerla, hay que tener la madurez personal y política para aceptarlo, tener capacidad de renuncia y dejar el espacio libre. No estorbar, y entender con sensatez que estos cargos no tienen nombre, ni escritura, sino son pro témpore.
Tan necia insistencia suscita preguntarse ¿ajá, qué es lo que tanto le empalaga a Edilberto del cargo? ¿Acaso no sabe hacer otra cosa en la vida? ¿No tiene talento distinto? ¿Cree que el cargo es vitalicio? ¿Todo alcalde deberá ratificarlo?
Por eso es mejor decirle a Edilberto: ¡desatorníllate del cargo!