El neonato Centro de Pensamiento de Cartagena y Bolívar tiene todo a su favor para una larga y fructífera vida, salvo que caiga en el sopor típico de las cosas que comienzan con bríos cosméticos pero sin fondos para el largo aliento.
Cuenta con auspicios del sector privado, con receptividad en Alcaldía y Gobernación, con simpatía entre congresistas, con sintonía en la academia. Mejor dicho, tiene todo para convertirse en lo que pretende ser.
No obstante, creo que su amplia visión no está exenta de algo de miopía en cuanto a los proyectos identificados y priorizados. Todos son necesarios e indispensables: Avenida 5a de Manga, Central de Abastos, Canal de Acceso, Drenajes Pluviales, Sistema de Caños y Lagos y terminal turístico de cruceros (Articulo 107, 108 y 109 de la ley 1617 de 2013), Recinto Ferial, Tren de Cercanías, Avenida Bicentenario, Protección Costera, Doble Calzada – Vía al Mar, Troncal del Sur de Bolívar y la Transversal de la Mojana.
Al presentar la iniciativa, se escuchó esto de Fanny Guerrero Maya, Presidenta de la Junta directiva de la Cámara de Comercio de Cartagena: “El Centro de Pensamiento es un sitio donde deben confluir las ideas públicas y las ideas privadas en función de la competitividad y en función de la sostenibilidad de la región, de Cartagena y de su departamento”.
El asunto es que se está dejando por fuera todo lo que no es infraestructura, que es el común denominador de los proyectos priorizados. De esta manera se desconoce un área que tiene todo el potencial para ser también dinamizador de la economía, pero que siempre es mirada de reojo cual Cenicienta: la cultura.
De nada vale tener todo ese cúmulo de obras si no existe un valor cultural integrador, para que se le otorgue personalidad y pertenencia. A modo de ejemplo, Transcaribe no pasará de ser un intento de transporte masivo si la gente no lo apropia, valora, preserva y defiende, y lo único que le puede dar esas prerrogativas es la cultura.
Así, las Fiestas de Independencia de Cartagena de Indias serían un excelente proyecto, tan importante como los drenajes pluviales.
Si la cultura no fuera importante, pregúntele a cualquiera si reconoce a nuestra ciudad por tener acueducto y alcantarillado 100% o por el Joe Arroyo. La respuesta viene con coro: “No le pegue a la neeegraaa”.
Eso por una parte. Por otra, por más que intento comprender lo que se quiere hacer con este neonato, no puedo dejar de percibir ese típico aroma de exclusión que distingue a estas esferas de Cartagena.
Así como la cultura queda excluida de un plumazo, de igual forma los medios de comunicación, que somos varios en Cartagena, y no uno solo (El Universal). Nos convocan como notarios para el registro y la fe pública de estos proyectos, acuden a nosotros como paños de lágrimas cuando las cosas no funcionan, pero en el fondo nunca nos asumen como entes capaces de proponer proyectos similares a los aquí señalados.
Cuando le expresé esta preocupación a uno de los dirigentes presentes en la Cámara de Comercio, me dijo: “Tranquilo, que esto apenas nace pero de seguro tendremos un jefe de prensa”.
Desistí de seguir en el intento de un raciocinio con este “dirigente”, mentecato por demás, y es que así nos ven: meras cajas de resonancia sin capacidad de balbucear una idea propia o colectiva.
Para una larga vida del Centro de Pensamiento para Cartagena y Bolívar, ojalá este “dirigente” no lo dirija.