Lista cerrada – Opinión de Horacio Cárcamo Álvarez

Por Horacio Cárcamo Álvarez (Especial para Revista Zetta).- La manifestación en las urnas de más de once millones seiscientos mil votos en la reciente consulta contra la corrupción, hace prever que esta vez el Congreso de la República no le podrá sacar el cuerpo a la reforma política y electoral, a no ser que pretenda mantenerse es su caperuza de intereses mezquinos que lo han caracterizado, elevar más el nivel de indignación de la sociedad, hastiada, hasta más, con tantos escándalos de saqueos al erario público y seguir la senda de su propio desprestigio como institución, tristemente comparable al de las farc cuando andaba engalilada.

Sin desconfiar de las buenas intenciones del presidente Duque, al gobierno no le quedo de otra distinta; leer de manera políticamente correcta la expresión popular, convocar a los partidos políticos a palacio sin ideologización marcada y trazar, en lo que se conoce como “acuerdo de la media noche”, la hoja de ruta para diseñar las reformas estructurales que de manera airada, con lucidez, pero sobre todo con libertad, reclama el país nacional.

Así como a Santos lo reconocerá la historia como el presidente de la paz, Duque tiene la oportunidad se haga lo propio con él, como el reformador; el presidente que detuvo el proceso de corrosión de los cimientos del Estado Social de Derecho, cooptado por la corrupción, y esto solo lo logrará  transformando la manera de hacer política; problema motriz de todos los males, derribando emporios clientelares y distanciándose, hasta donde la prudencia se lo permita, de su propio partido inmerso en el negacionismo. El presidente el presidente lo tiene claro: “el reto es la derrota de la corrupción y el triunfo de una nueva forma de hacer política”, le manifestó al Contralor General de la República en su posesión.

La empresa no será para nada fácil, porque las reformas tendrán que pasar por el Congreso de la República. No es exagerado deducir a partir de la ausencia de sus liderazgos en la campaña de la consulta anticorrupción que el tema no era de su interés, apenas lógico; nadie medianamente sensato procede contra lo que mejores réditos le genera y menos cuando se han afanado de tantas prerrogativas que los muestran como la antípoda de las clases sociales que pregonan reprsentar. Ni siquiera el partido de gobierno se sintonizo con su presidente.

La lista cerrada para conformar el poder corporativo no es el as bajo la manga  para transformar la política, pero por lo menos es una partida de exploración para intentar poner fin a las empresas electorales  institucionalizadas con la compra y venta del voto en complicidad con los partidos políticos, que se perciben como agentes mercantiles de avales, y  recaudadores de los dineros de la reposición.

En Europa se libra un intenso debate contra la lista cerrada por considerarla antidemocrática en la medida en que obliga al elector votar por partidos y no por los candidatos de sus preferencias; además, por ser el partido a quien le corresponde ordenar a los elegidos la lista cerrada se expone al clientelismo de los directorios y al tráfico de prácticas que se pretende erradicar. En todo caso las reformas demandadas por los colombianos  desde la consulta popular son para rescatar la moral pública, y para que la clase política, como se ha dicho, no sigan asemejando los dineros públicos con la carroña alrededor de la cual se sientan para luego darse un banquete.