Por Sergio Alfonso Londoño Zurek (Especial para Revista Zetta).- Caminar los tres primeros meses del año por el centro de Cartagena se convierte en un primer vistazo a lo que puede ser una economía basada en las industrias culturales. La fusión de cultura y turismo que se ha logrado para estas fechas debe ser ejemplo no sólo para el resto del país sino para la misma ciudad, su empresariado, sus jóvenes y su institucionalidad.
El Festival de Música Clásica y el Hay Festival son eventos internacionales que escogieron a Cartagena como su sede y han hecho de esta relación una simbiosis. Al contrario de lo que muchos piensan desde fuera, estos festivales no pusieron a Cartagena en el mapa sino brindaron una cara nueva de la ciudad ante el mundo. Nos permitieron llegar a otros públicos y a nuevas formas de disfrutar la ciudad. Ambos festivales permiten que la ciudad se sincronice con las ondas de otras culturas, muchas veces lejanas y desconocidas.
Esa última afirmación nos lleva al Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias – FICCI – que en su versión 59 vuelve a deslumbrar a propios y extraños. El FICCI como se le llama cariñosamente es un ejemplo de integración y de llevar en su ADN la cartageneidad misma. Es un evento que aún cuando está lleno de extranjeros sigue vibrando con la ciudad en su mente. ¿Qué entonces lo hace diferente? Que el equipo no se importa, que saben de la importancia de incluir y que aún con las alfombras rojas y los atuendos elegantes saben que el cine nació para entretenernos a todos. No pretende algo que no es y se cuela por los barrios y plazas de Cartagena y de muchos municipios de Bolívar.
El FICCI es el matrimonio perfecto entre los festivales institucionales y los privados. Sin embargo, esos tres festivales tienen mucho más por aportarle a la ciudad. Ahora que el IPCC inicia la gestión por las Fiestas de la Independencia y después de algunos años de bien logrados Festivales del Frito, del Pastel y del Dulce, es importante que sigamos en la senda de casar turismo y cultura. Cartagena tiene el camino más fácil que otras ciudades para avanzar en las industrias culturales porque ya tiene tanto materia prima como consumidores en su territorio. Un matrimonio entre turismo y cultura es parte de la solución a esas preocupantes cifras de jóvenes que ni estudian ni trabajan. Podemos pensar en conformar un comité de industrias entre FICCI, IPCC, Corpoturismo, Hay y Festival de Música para potenciar los festivales institucionales aún más. Tenemos todo el potencial para crecer los eventos gastronómicos y convertirlos en referentes del turismo de la ciudad. Así mismo para descentralizar la oferta turística y ayudarnos a pensar en como extendemos el número de noches que los visitantes permanecen en La Heroica.
Las Fiestas de Independencia, hoy en ruta a ser patrimonio inmaterial de la Nación, gestión iniciada en 2017, pueden mejorar los ingresos para los cartageneros en octubre y noviembre. Nuestros referentes deben ser los Carnavales de Venecia y de Rio de Janeiro así como las Fiestas de San Sebastián. Para ello sin embargo debemos dejar a un lado algunos dogmatismos que a veces no nos permiten continuar y ver más allá. Deberíamos ser capaces de integrar artistas plásticos, cocineros, compañías de danza y teatro, poetas, con científicos y expertos en tecnología de punta para generar todo un ecosistema creativo alrededor de nuestra historia.
Todos estos festivales y las Fiestas de Independencia reciben recursos anuales (a veces pocos, a veces muchos) por parte del erario público y la ciudad debe seguir invirtiendo en ellos así como en nuestros museos para poder elevar el escenario cultural de Cartagena. Al hacerlo con miras a conectarnos como ciudad podemos crear un valiosísimo polo de desarrollo económico para nuestra juventud. Tenemos que pasar de los patrocinios y apoyos institucionales a la formación de industria cultural. Hoy incluso hay mecanismos de las llamadas finanzas mezcladas (bonos culturales, cooperación internacional, becas artísticas internacionales y convocatorias filantrópicas) que bajan los aportes que tiene que hacer el limitado presupuesto Distrital. Aprovechemos entonces de forma creativa la debilidad de este rubro en el presupuesto nacional para complementarlo en la ciudad con apuestas innovadoras y convertirnos en la punta de lanza de la oferta cultural colombiana. Una Cartagena que trabaje por su cultura, potenciando lo que somos, está destinada no sólo a renovarse como destino turístico sino a generar mejores oportunidades para sus habitantes y una nueva conexión que permita recuperar la confianza.
Creamos en lo mejor de nuestra gente y confiemos en el legado cultural que corre por nuestras venas. Aprendamos del mundo para potenciar lo que somos y usemos cariñosamente con lo que ya contamos. Estoy seguro que más de uno vendría a Cartagena por una carimañola viendo cine bajo las estrellas en la Plaza de Toros.