Por Sergio Alfonso Londoño Zurek (Especial para Revista Zetta).- En septiembre de 2015, en una ceremonia presidida por Su Santidad Francisco en la sede la Asamblea General en Nueva York se lanzaron los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Los mismos vieron la luz después del éxito parcial de los Objetivos del Milenio y de su Cumbre Rio +20. Colombia tuvo un papel protagónico dentro de la nueva definición de rumbo mundial, no sólo por haber propuesto los ODS en Río de Janeiro sino por haber sido el primer país en incorporarlos a su Plan Nacional de Desarrollo “Todos por un Nuevo País”. La Cancillería colombiana, su servicio exterior junto con todos los organismos del Estado bajo la dirección del Presidente Santos se dieron a la tarea de hacer posible la alineación del país a esta nueva coyuntura.
Después de casi cuatro años de estar navegando en esta vía, se alcanzaron en el gobierno pasado importantes logros para el país. El Departamento Nacional de Planeación priorizó las metas asociadas a los ODS y las agencias de Naciones Unidas empezaron a proveer las herramientas necesarias para medir casi en tiempo real los avances país. Éstos se deben presentar cada año al Secretario General para poder alcanzar las metas en los plazos estipulados. Los ODS son el derrotero hasta el 2030, razón por la cual se conoce como Agenda 2030 y su principal promesa se puede resumir en “no dejar a nadie atrás”.
Esa frase simple pero poderosa propone una nueva dinámica ampliando los actores que se consideran responsables del desarrollo global. La agenda ya no se reduce a los Estados y a los organismos multilaterales sino que integra a organizaciones no gubernamentales, universidades y empresas. A ellas, las considera corresponsables en la tarea de generar un crecimiento amigable tanto con el medio ambiente como con la sociedad en general. Se preocupa la agenda 2030 por la inequidad y por la superación de ésta a través de políticas públicas capaces de integrar tanto recursos del Estado como iniciativas de responsabilidad social corporativa.
Sin embargo y a pesar de todo el impulso dado tanto en Colombia como en el mundo, hoy hay un letargo institucional en la continuidad de los ODS. Una de las tareas en este sentido tiene que ver con el compromiso que deben hacer las ciudades, desde el ámbito local por la consolidación de esta agenda. En Naciones Unidas abogamos muchísimas veces por la territorialización del Desarrollo Sostenible y se propuso crear un comité de ciudades para hacer posible esta tarea. Cartagena es un sitio propicio por sus retos obvios en materia de superación de pobreza e índices de inequidad para empezar esta tarea, pero también por el compromiso de una gran parte del sector privado y académico que ya ha venido trabajando en los ODS.
La ciudad ha venido apostándole silenciosamente a la medición de los Objetivos desde la academia con Universidades como la UTB y la Tadeo marcando la pauta en esta materia. También lo han hecho la Fundación Mamonal (las empresas que la componen), Aguas de Cartagena y Cartagena Como Vamos. La materialización de este compromiso los cartageneros lo hemos podido ver concretado en la puesta en marcha del proyecto “Centro de Liderazgo” en Pasacaballos, primera institución de su naturaleza en América Latina que formará a los futuros educadores de los Centros de Desarrollo Infantil.
Lastimosamente el Plan de Desarrollo “Primero La Gente” aún vigente no pudo incorporar de manera directa las metas y lineamientos de la Agenda 2030 por lo cual es imperativo que el próximo que se apruebe si lo haga. No sobra decir que deberá ser un Plan de Desarrollo comprensible, lejos de los intricados mamotretos que no le dicen nada a la ciudadanía y hacen que los funcionarios públicos se muevan en un mar de líneas y sub-líneas. En nuestras manos estará que Cartagena, apoyada por una nutrida comunidad internacional que está ávida de ayudar como me lo han manifestado en múltiples ocasiones, camine por la ruta del desarrollo sostenible y equitativo con sus habitantes.