Por Juan Camilo Romero (Especial para Revista Zetta).- El Partido Liberal Colombiano abdicó a sus principios y creencias.
El ex presidente César Gaviria ha cercenado mediante acuerdos burocráticos menores la posibilidad de materializar los fundamentos ideológicos liberales a través del ejercicio del poder público.
El actuar de la colectividad en los últimos años ha sido complaciente y amangualado con aquellos que se han empeñado en hacer trizas las conquistas sociales económicas y culturales que han contribuido al mejoramiento de la calidad de vida de los colombianos.
A nivel regional el panorama es igual o peor, por ejemplo: En el Departamento del Atlántico los últimos tres periodos, han sido de gobernadores liberales, pero tal y como van las cosas la próxima gobernadora será Elsa Noguera quien es de las entrañas del partido Cambio Radical y alfil importante del poderoso y exitoso grupo Char. De las capacidades de la Dra. Noguera no hay duda alguna y se da por descontado que su eventual administración será de mucho provecho para el pueblo atlanticense y servirá de plataforma para la candidatura del actual Alcalde de Barranquilla, Alejandro Char, a la Presidencia. Todo esto con la mirada obsecuente del Partido Liberal, protagonista principal del llamado pacto de Giardino, donde en reunión con el jefe supremo de la casa Char, el ex senador Fuad Char, el director nacional del partido de Gaitán, el ex presidente César Gaviria acordó no llevar candidato propio a la Gobernación del Atlántico a cambio de ser socio en la candidatura de Elsa Noguera a la Gobernación y Alejandro Char a la Presidencia de la República, renunciando así a la continuidad del proceso de reivindicación social y desarrollo económico ejecutado por los Gobernadores Eduardo Verano y Antonio Segebre.
En el Departamento de Bolívar la situación no es distinta. Para suceder a Dumek Turbay, solicitaron el aval de la colectividad roja tres precandidatos: Luis Daniel Vargas, ex gobernador y liberal con más de treinta años de militancia, Fejed Alí, ex funcionario público de las dos administraciones liberales, y Alvaro Redondo, quien con Alí comparte similitudes en su perfil político y administrativo; los tres tienen las credenciales y conocimientos suficientes para continuar lo iniciado por Juan Carlos Gossain y el actual Gobernador. En vista de lo enrarecido del proceso, Álvaro Redondo retiró su solicitud de aval, al día de hoy solo quedan dos precandidatos a espera de la bendición liberal.
Duele en lo más profundo de la militancia liberal bolivarense que, luego de haber aportado a la elección de dos gobernadores que le devolvieron con sus luces y sombras la majestad al primer cargo del departamento, no continuar con este proceso de desarrollo social y administrativo. Desde Santa Catalina hasta Cantagallo los bolivarenses damos fe de la sobresaliente gestión de Gossaín y Turbay, pero, al día de hoy, el Partido no ha expedido aval y según se dice en los corrillos políticos, este no será otorgado a ninguno de los solicitantes, en virtud de componendas a nivel nacional y regional que en nada beneficiarán los intereses colectivos de los bolivarenses, entregándose de manera borrega a las casas políticas que han manejado la ciudad de Cartagena y el Departamento de Bolívar como si fuera una finca.
Tal como me dijo un exitoso ex gobernador liberal, Bolívar necesita un Gobernador o Gobernadora que sea capaz de ejecutar de manera efectiva los recursos públicos, que conozca la administración, se interese por la zona sur del Departamento, genere confianza en el sector privado y tenga buenas relaciones con el gobierno central, imprimiendo su estilo propio.
Sería un error garrafal que el Partido Liberal en Bolívar, luego de ser protagonista en las mejoras que ha tenido el departamento, ahora sea un simple socio, quién sabe obedeciendo a qué intereses, de una candidatura de alguien con menores capacidades y bagaje político que quienes ya pasaron por la Gobernación.
Ojalá las directivas del Partido Liberal en Bolívar escuchen el clamor del pueblo, las plegarias de la base militante y los gritos desesperados de quienes después de muchos años han experimentado en sus territorios la presencia efectiva del Estado.