Recordado Hugo:
La inmortalidad es un estado de vida reservado para quienes, como tú, han compartido su alma con los demás.
De tu parte, creo que labraste por largos años un monumento inmaterial a la música cartagenera que trasciende toda frontera, y se ubica en la categoría universal. Entregaste tu arte para todos, sin distingo, y nos hiciste comprender la verdadera dimensión de lo que es el “sabor”.
De nuestra parte, es decir, de quienes disfrutamos con tu música, lo único que podemos hacer para admirar tu inmoralidad es seguir escuchándote.
Desde hace muchos años tomé la decisión –arbitraria, eso sí- de clasificar a “María” como el himno supremo de tu creatividad. Su son, su melao, su sabor, su fina coquetería, son inigualables y, a la vez, distintivos de tu estilo. Y lo mejor es la interpretación, con tu voz ansiosa por el amor de esa mujer, voz quebrada, sincera, franca… voz de sonero cargado con todos los cocos de Barú, voz de mar Caribe…
Para otros, sin duda el tema supremo es “Mi tierra”, porque de modo maravilloso entregas todas las pistas para responder a la pregunta, cual ronda infantil: “¿a que no adivinan de dónde soy?…”
Pero fue tan grande tu obra, que siempre habrá otros temas que nos fascinen y nos hagan decir que merecen también estar en la cima de la preferencia.
Al despedirme transitoriamente de ti, en la funeraria Lorduy, te expresé que me sentía orgulloso de haberte conocido y de haber sabido apreciar tu música. Vi que a tus honras fúnebres llegaron todos los músicos de aquí, para acompañar a tu bella familia. Vi ese derroche de sentimiento que describió Cheo Feliciano, ese otro gran sonero, en “los entierros de mi pobre gente pobre”.
No te lo expresé en ese momento, no me pareció apropiado, pero te lo confieso ahora: creo que Cartagena no correspondió a tu grandeza, no supo despedirte como el gran hijo que fuiste.
A Cheo Feliciano lo despidieron en el Coliseo Roberto Clemente, por dos días, con guardias programadas de las principales orquestas, como El Gran Combo o la Sonora Ponceña, y decenas de vocalistas y músicos cantando sus principales canciones.
Te digo eso para significar que a las autoridades de Cartagena les quedó grande tu despedida. No supieron qué hacer. Y la razón es que no tenían ni idea quién fuiste, así como no tienen ni idea quiénes son los que han hecho la música en nuestra ciudad, ni quiénes han tejido las estructuras más sólidas de nuestra identidad cultural.
En otro aspecto podrán ser idóneos, pero en materia cultural están reprobados el alcalde Dionisio Vélez y la directora del IPCC Nacira Ayos Figueroa.
La grandeza de tu nombre ameritaba un acompañamiento en los críticos días previos a tu partida, y al presentirse lo peor, se esperaba un mínimo de preparación para tu despedida. Pero nada.
Lo desconcertante no estaba en esperar que se les ocurriera algo en el IPCC, sino que varias personas le dijeron a la señora Ayos lo que se tenía que hacer: todos los músicos de Cartagena estaban dispuestos a cantar en las honras fúnebres de Hugo; la autoridades solo tenían que indicar el lugar y aportar la logística.
Esa es la típica situación en la que se siente “pena ajena”. ¡Qué pena contigo, Hugo!
Pero qué le vamos a hacer. Al sector musical no le sorprende que la política cultural sea inexistente, o que nuestro ente territorial no se percate de su importancia para la dinámica social y económica de la ciudad. Es la conveniente supremacía del cemento sobre el talento.
Pero seguiremos adelante, desde nuestros esfuerzos, desde nuestras realidades. Por ello, quiero hacerte una nueva confesión: con humildad, te estamos preparando un homenaje, de los muchos que siempre te debemos hacer. Será el jueves 12 de febrero de 2015, en el Teatro Adolfo Mejía (ya lo reservamos, sólo esperemos que el IPCC no lo entregue a un congreso de inyectología o algo así…)… Será en los 15 años de la Revista Zetta, con la Cartagena Caribe Big Band ejecutando una selección de tus temas… entre ellos el que compusiste para el proyecto Tambores de mi ciudad nativa: el poema “Bullerengue”, de Jorge Artel, que musicalizaste con supremo sabor. En tu nombre haremos las invitaciones.
Hugo: Muchas gracias por todo, atentamente, JOHN ZAMORA.