La apoteosis de Juan Camilo – Por Juan José Romero

Por Juan José Romero Parra (Especial para Revista Zetta).-  Muere un gran ser humano y nace una leyenda.

Hace un mes los medios registraron la noticia del absurdo accidente automovilístico que truncó tus sueños y segó tu tránsito por este mundo, JUAN CAMILO ROMERO LÓPEZ. La sombra de tus errores y desaciertos se desvanece con el esplendor de tus realizaciones y la magnitud de esa obra maravillosa que fuiste construyendo en cada uno de quienes nos relacionamos contigo, empezando por tu familia.

Los ideales de justicia social, heredado de los ancestros, fueron el norte que marcó el rumbo de tus pasos hacia los caminos de la Política (un océano plagado de toda clase de especímenes) donde el ejercicio filosófico de Aristóteles, cuando designa al ser humano como “Animal político” se ha desvirtuado.

No resulta fácil distinguir entre amigos y enemigos, como en el teatro griego –la puesta en escena se realizaba con máscaras- de tal forma que es difícil advertir con quién estabas tratando. Alma grande que superó el 1. 87 de estatura que te enorgullecía, albergaba un corazón inmenso que nunca quiso detenerse en las minucias del rencor; no hubo cabida para el odio.

Detractores y enemigos gratuitos siempre recibieron tu mano franca y sincera, dispuesta a la reconciliación. Por tal motivo, siempre iluminó tu cara, de niño bueno y travieso, esa sonrisa que sólo la envidiosa y vil muerte quiso arrebatarte. Pero no tuvo tiempo, porque estoy convencido, siendo tu progenitor, me honraste con la responsabilidad de ser tu confidente, consejero y AMIGO; al llorar tu partida tan inesperada, al lado de Cecilia –madre inconsolable- Laura –hermana y cómplice- y Pablo –tu cuñado del primer Mundo- como lloran aquellos a quienes les iluminaste la existencia con ese espíritu bondadoso que irradiaba alegría, exaltando el goce de vivir y vivir bien. Matizado con el buen humor y la picardía heredada de la provincia soplavientera que tanto amaste.

JUAN CAMILO, tu siembra cayó en la tierra buena que habla la parábola. Sabemos que ahora vives para Dios. A quienes te amamos nos resultará imposible olvidarte, sobrellevamos la tristeza de tu ausencia física y la nostalgia de saber que no podemos contar contigo para las cosas de este mundo. Desde la Fe en el DIOS VIVO, sabemos que “vives para Dios”

Aquí es cuando se concretiza la leyenda de todo cuanto inspiraste en tantos corazones, quienes añoramos que en cuanto termine nuestro tránsito por este mundo, nos encontremos de nuevo “en ese Reino que tendrá un cielo nuevo y una tierra nueva”.

Descansa en paz. Ahora recuerdo que en alguna de nuestras interminables tertulias, bajo la sombra de los palos de mango, en el patio de la casa del Campestre, concluimos que “se despide quien no quiere irse, ni está preparado para irse”. Y tú, te preparaste. Tu acto de amor hacia tu familia y amigos fue muy digno: durante tus últimos diez meses y diez días con tus detalles nos alegraste la vida, dejándonos conocer esa faceta de descubrir que si se puede ser un mejor ser humano, una mejor persona, cerrando ciclos y abriendo las puertas de la eternidad.

“Nadie puede vivir sin poesía» le escuché decir a alguien que aún se anima a declamar poemas. Tú fuiste nuestro mejor poema, tú eres poesía. Más allá de los versos de NERUDA o los Poemas del Barrio de tu tío Bernardo. Te ríes de los resultados de las últimas elecciones regionales –como te contempló la Turca Diana en su sueño insomne- y entonas, muy afinado, las estrofas de un Canto Celestial, que disfrutaremos en el Banquete del Padre Eterno, al final de los tiempos.

Descansa en paz,” VAMOS PA LANTE,  JUAN CAMILO”. Hijo mío, amigo mío, amigo de todos.

Cartagena, 8  NOVIEMBRE  2019

JUAN JOSÉ ROMERO PARRA.

Licenciado en Ciencias Religiosas. Especialista en  Pedagogía y Ética.

jjromeroparra@hotmail.com