Por Danilo Contreras (Especial para Revista Zetta – 20 años).- Pocos años tan agitados como el que está a punto de terminar. Las protestas y movilizaciones ciudadanas se multiplican por doquier en las grandes metrópolis del mundo. Cartagena no escapa a ese malestar.
En una conferencia ofrecida en noviembre de 2015, Zygmunt Bauman se refería al momento actual como un “interregnum”, un tiempo de confusión en el que lo viejo dejaba de existir pero lo nuevo no terminaba de nacer, según lo expresó también Antonio Gramsci en sus “Cuadernos de la cárcel”.
Es frecuente escuchar que la democracia esta en crísis e inclusive se afirma su decadencia. Yo por el contrario, quizás ingenuamente, creo que la ciudadanía apenas va despertando a una idea más profunda de lo que es el gobierno del pueblo. La inequidad y el abuso de los poderosos han provocado esta reacción.
Sin embargo los líderes no aprenden y se aferran a las viejas formas que han incubado sus privilegios. No saben leer la realidad.
Más allá de las consideraciones jurídicas acerca de la eventual ilegalidad de la firma de la APP “Corredor turístico y portuario”, por parte del alcalde encargado, un análisis sociológico y político de este atropello, nos indica que las autoridades siguen amparándose en la interpretación falaz de los textos jurídicos para desconocer la evidencia de la voluntad popular.
Por estos días más que nunca, amplios sectores de la sociedad cívil han recalcado el carácter de encargo con que el alcalde ejerce su autoridad, vale decir, el burgomaestre no fue elegido por el pueblo, y tal vez por eso no interpreta el rechazo popular a la condena que el proyecto referido le impone a la ciudadanía en cuanto al pago de peajes por 30 años más para financiar un proyecto cuyos alcances son dudosos.
Contrario a esto, el Concejo de Cartagena que en milagrosa actitud resolvió ponerse del lado de los cartageneros que los eligieron en las urnas, ha hecho expresa su oposición a esta imposición impopular de Pereira.
Pocos proyectos en el último tiempo han tenido tal rechazo como el de marras. La gente de Manga, de Martínez Martelo, del Barrio Chino y los cartageneros en general han protestado y se han movilizado para dejar constancia de su insatisfacción. Sin embargo el alcalde se ampara en la falacia del término “socialización” y en las publicaciones en el “Secop” que ordena la ley, para burlarse del clamor popular.
El gobierno nacional que deslegitima las movilizaciones de las últimas semanas, hace mutis por el foro frente a este abuso. La vicepresidenta que fungía como hada madrina y redentora de la ciudad a quien Pedrito debía rendirle cuentas de cada uno de sus pasos, guarda un silencio que se parece demasiado a la complicidad.
He dicho que trato de imponerme como lema aquel según el cual quien se “emputa” pierde, pues la reflexión se nubla, pero con estos abusos quién no se indigna.