Por Danilo Contreras Guzmán
En 1972 la “Conferencia de las Naciones Unidas sobre el medio Humano” denunció por primera vez los daños que los procesos de desarrollo causaban al planeta. Veinte años después la “Conferencia de la Tierra de Rio de Janeiro” acordó tratados sobre cambio climático, biodiversidad y combate a la desertificación. Luego, en 2012, la conferencia Rio + 20 se reunió para hacer un balance. Las conclusiones fueron poco alentadoras: El crecimiento no se compadece con la conservación ambiental y los límites planetarios.
Estos eventos permiten adoptar los objetivos de desarrollo del milenio (ODM) que abarcan la reducción de la extrema pobreza en 50%, la detención de la propagación del SIDA y la consecución de la enseñanza primaria universal para el 2015. Hoy se sabe que pese a que el crecimiento mantiene su dinámica global, las instituciones no han lograron las metas planteadas.
En documento publicado por el PNUD se lee: “El desarrollo humano en Cartagena…es desigual en alcance e intermitente en progreso. La ciudad muestra un perfil de desarrollo desequilibrado con origen en vulnerabilidades en lo económico, social y ambiental que se trasladan y refuerzan entre sí; padece además la insuficiente competencia institucional para avanzar rápidamente en la consecución de valorados propósitos colectivos: la superación de la pobreza y la exclusión sociales, la puesta en marcha de un modelo económico incluyente y sostenible, la construcción y respeto de reglas de juego de convivencia, y la coexistencia con un ecosistema frágil y vulnerable a los cambios climatológicos…” (Bolívar y Cartagena 2012 – Estado de avance de los objetivos de desarrollo del milenio.)
De otra parte el “Estudio Técnico de Reforma Administrativa del Distrito de Cartagena de Indias” de 2012 señala que “La organización y funcionamiento de la actual estructura organizacional no permite el desarrollo efectivo…” de asuntos referidos a Desarrollo económico competitivo, Política integral de hábitat e integración social, de atención a grupos diferenciales y lucha contra la pobreza.
Arriesgo mí opinión: la institucionalidad local quedo a la saga de los grandes retos del cambio climático y superación de la pobreza. Es conocida la crisis administrativa que atraviesan entidades que antaño pensaban la ciudad y construían proyectos, los presupuestos distan de las prioridades comunitarias y regionales y el gasto de funcionamiento abruma las posibilidades de inversión social.
Si no contamos con una institucionalidad acorde a los desafíos modernos, poco vale esperar que los recursos invertidos generen impactos positivos en el corto, mediano y sobre todo largo plazo.
Las postergación de la ejecución de macro-proyectos planteados en el P.O.T. que ahora se revisa, como la renovación de la zona suroriental y la recuperación de la Ciénega de La Virgen, el eje 1 y 2, el desarrollo turístico de las islas, son solo muestras de este rosario de evidencias. El desarrollo con sostenibilidad es ahora, no hay más tiempo.