Por Carlos Féliz Monsalve (Especial para Revista Zetta 20 años).- Es inaudito tener que evidenciar una y otra vez como pocos empañan la labor de nuestros galenos con comentarios y actos discriminatorios, parece como si la batalla contra el coronavirus solo la estuvieran librando ellos por su labor, y los demás estuviéramos indemnes contra este virus.
Es inconcebible estar rodeados de algunos inconscientes que no entienden que la vocación y la responsabilidad profesional no puede ser degradada con insultos y tratos vejaminosos. Aberrante es que hoy los médicos tengan que cuidarse en su integridad del virus y del resto de la sociedad, no pudiendo utilizar siquiera sus prendas representativas porque algunos se incomodan.
Vergüenza debe darnos a todos que esta prueba que la vida nos puso al frente, antes de conseguir proscribir los antivalores que como sociedad nos destruyen, está generando en algunos, resentimientos y odios a otras escalas de forma infundada. El miedo a contagiarnos no puede ser una excusa válida para atropellar a nuestros semejantes.
Tenemos que sincronizar nuestros pensamientos, palabras y actos. No puede ser posible que desde la distancia exaltemos al personal sanitario por el sacrificio ingente que están teniendo con la crisis que afrontamos, pero en la cercanía, cuando más necesitan de nuestra compasión, solidaridad y amor, se les estén propinando golpes más duros que sus extenuantes jornadas de trabajo.
Entre el COVID-19 y nosotros, los demás integrantes de este país que no escogieron las ramas de la medicina como profesión, solamente existe una barrera que está construida con las manos entrelazadas del personal médico que día y noche intentan paliar los efectos nocivos de esta peste. La pandemia entró en nuestra cotidianidad y debemos amoldarnos a ella, pero con una propuesta positiva y prospectiva para reinventarnos como personas.
Como humanidad estamos viviendo un capítulo oscuro, cuyo punto final dependerá de la buena voluntad que podamos imprimirle para encontrar así sea un solo destello de luz, que irradie nuestro mañana con un toque de esperanza y optimismo.
Pero paradójicamente el alba que tanto anhelamos no será alcanzada, si nuestros actos no son conducentes para librarnos de este mal. Estigmatizar, ofender, afrentar y ultrajar a los profesionales de salud, permite ver que como especie la constante es ser desagradecidos, y que retribuir y agradecer a quien solo nos favorece, resulta ser una entelequia.
Que ignorantes y desagradecidos son los que en procura de su bien común, destruyen los esfuerzos y las ganas de una familia, un gremio, un grupo de ciudadanos y los anhelos de todo un país por remover este óbice desafortunado que trunca nuestro camino.
Como colofón, quiero expresar que no quiere generar réditos con estos párrafos, pues creo que antes de eso debemos respetar a la primera línea de batalla y arroparlos para que no pierdan el valor, por más encrudecida que se torne la situación. Tampoco quiero recriminar a los que están actuando erradamente, ya que lo único que busco es recordar que los derechos de todos se limitan donde comienzan los del otro.
Para los médicos de Colombia y el mundo, mis mayores respetos, son dignos de portar una bata y cualquier otro distintivo que los identifique como lo que son, unos héroes.
CARLOS FELIZ MONSALVE