Los valientes de la pandemia – Opinión de Ana María Cuesta

Por Ana María Cuesta (Especial para Revista Zetta).- No puedo ponerme en la piel de los gigantes que salvan vidas a diario arriesgándolo todo contra la pandemia. Tampoco me he puesto en los zapatos de cientos de colombianos que no tienen opción distinta a salir a trabajar cuando el llamado es a cuarentena. Cajeros, policías, conductores, logísticos, vigilantes. A todos gracias. Y aunque soy periodista, irrespetaría a mis colegas si afirmo que he sentido lo que enfrentan a diario los reporteros que salen a las calles para llevarle a usted una buena historia o para contarle por qué protesta el país.

No he estado en la piel de mis colegas porque he sido bendecida al conservar mi trabajo y al poder maniobrar desde casa. Un privilegio egoísta. Pero hoy quiero detenerme sobre el rol de los reporteros colombianos caracterizados por coberturas tan difíciles y desiguales como el mismo país: conflictos, protestas sociales, masacres, secuestros, bombas, desastres naturales, atentados, entre otras situaciones extremas.

¿Cuál debe ser el rol de los reporteros en este nuevo enfrentamiento entre la sociedad y un enemigo microscópico que ha matado sin distinciones? ¿Tiene el reportero el derecho a sentir miedo y a decirle no a una situación social que debe ser reportada in situ? Yo creo que sí. Tener miedo es humano y aunque tengamos un mandato y una responsabilidad enorme con las personas, con las audiencias y con el presente del país, también tenemos derecho a decidir y a hacer pausas por cuidar a quiénes nos rodean. Por la razón que sea. Y si me lo preguntan creo que los médicos son quienes hoy, principalmente, tienen derecho a decir que ‘no’ y a no ser obligados a hacerle frente a la crisis en la primera línea.

Seguramente esta postura me hace una cobarde ante miles de colombianos que han unido sus fuerzas para que todos salgamos de esta situación. Pero si en este momento tuviera la posibilidad de ser jefe en una redacción, no dudaría en darle prioridad al bienestar de mi equipo y de sus familias, haciendo caso hasta donde sea posible al mandato de miles de médicos que nos piden quedarnos en casa. Si estuviera en ese escenario también dejaría abierta, a discreción de cada uno en mi equipo, la decisión de salir o no a cubrimientos que escapan a las tecnologías de información disponibles, que son urgentes y que necesitan de una comprobación directa. Brindándoles todo el apoyo posible.

Esta semana reflexionaba sobre la labor de colegas que acudieron a cubrir una protesta social de grandes connotaciones en la localidad de Ciudad Bolívar en Bogotá, por ausencia de ayudas estatales para afrontar la crisis del coronavirus. Cumplieron su deber de escuchar y visibilizar los reclamos de una población agitada, preocupada por las carencias. Pero pienso desde lejos, desde la posición de televidente, que la exposición que tuvieron y su intención de ayudar a la gente, fue minimizada por el discurso oficial de actores que difundieron que detrás de las manifestaciones había intereses políticos.

Agradezco inmensamente, valoro y admiro a cada uno de los colombianos que han demostrado su fuerza durante este tiempo de crisis y han decidido trabajar y ayudar a los demás para que el país logre controlar la pandemia. Aprecio especialmente su esfuerzo, tenacidad y valentía al exponer su salud por el bienestar de otros. Y a mis colegas, les pido perdón si mi cobardía les avergüenza.