Por Manuel Berrío Scaff (Especial para Revista Zetta 20 años).- Es irresponsable tratar de comparar a Cartagena con Barranquilla, Medellín, Cali o Bogotá. Las consecuencias económicas y sociales de esta emergencia, no afectan a todas las ciudades por igual. Una de las principales actividades económicas en Cartagena es el turismo. Recuerdo en 2019 la preocupación que existía por el hacinamiento de turistas en Playa Blanca. Se hablaba de daño ambiental irreversible, de establecer horarios, límite de visitantes y hasta mencionaron cobrar por el ingreso. Playa Blanca, las Islas del Rosario y el Centro Histórico son el claro ejemplo del porque la pandemia golpea más fuerte a Cartagena que a cualquier otra ciudad del país. Pasamos del turismo excesivo al cero turismo.
Ahora, lo que si es cierto es que este virus golpea gravemente la economía del país. Por eso no podemos hablar solamente de salvar una heladería, un bar, un cine, un hotel o un centro comercial. Aquí está en juego la estabilidad económica y social del país. Si no hay una pronta solución, el PIB del país puede caer hasta en un 20% para finales de junio y el desempleo se disparará a cifras nunca antes vistas.
La preocupación es grande. Pero ya vemos como el Gobierno Nacional inició la intervención pública necesaria para lograr un alivio económico momentáneo, a través de los créditos que otorgó a las empresas para el pago de nóminas y así, evitar el despido masivo de trabajadores.
Pero regreso con Cartagena… Somos la ciudad más pobre de las 7 principales ciudades capitales de Colombia. En el 2018, más de 35.000 personas sobrevivían con menos de 4.000 pesos diarios y 280.000 subsistían con menos de 8.000 pesos. Significa entonces que Cartagena es una ciudad con altos niveles de pobreza, saqueada históricamente por reyes, reinos, piratas y por supuesto, por empresarios y políticos corruptos. Con cada saqueo se nos han robado la posibilidad de estudiar y salir adelante, la posibilidad de tener hospitales dignos, dotados y con personal capacitado, la posibilidad de crear y fortalecer nuestra industria.
La desigualdad en Cartagena es aberrante, los ricos comen manjares y los pobres se mueren de hambre, literalmente. Ustedes no se imaginan el dolor y la impotencia que me da cuando veo a un niño sucio, tirado en el suelo, lleno de mocos, desnutrido y jugando en el fango. Fango producto de las aguas negras que son arrojadas a la calle porque en el barrio donde él vive, no hay alcantarillado, ni gas, el agua y la luz llegan gracias a la piratería.
Lo menciono porque considero que sin una comprensión clara de la tragedia que es la pobreza, ninguna estrategia de gobierno va a funcionar. La realidad de
Cartagena y del cartagenero, es que gran parte de nuestra población vive del día a día, del rebusque. Exigirle a esa mayoría que se quede en sus casas, sin tener resuelto siquiera una comida al día, es inverosímil. Y aquí mis hermanos, nos encontramos con el colosal dilema: Si no salen a vender o a rebuscarse no comen, pero si salen, arriesgan sus vidas y las de los demás.
Con esto dicho podemos hacernos una imagen mental de la situación actual de Cartagena. Estamos ante una bomba de tiempo, la pregunta es: ¿Cuándo va a explotar?
MANUEL BERRIO
Profesional en Finanzas y Negocios Internacionales, Especialista en Gerencia Empresaria y Magister en Administración.