Inmoralidad financiera – Opinión de Alfonso Cassiani Herrera

Por Alfonso Cassiani Herrera (Especial para Revista Zetta).- Ni siquiera la tragedia y penetrante desdicha causada durante el 2020 por el Orthocoronavirinae, nombre científico del Síndrome Respiratorio Agudo Severo – SARS-CoV-2 (por sus siglas en inglés), conocido familiarmente con el alias del “Covid-19”, el séptimo coronavirus que se sabe infecta a los humanos;

Ni siquiera las más de ochenta y cinco millones setecientos mil infectados y sus más de un millón ochocientos cincuenta mil muertos, que al 5 de enero de 2021 ha causado dejando dolor, tristeza y pesadumbre en millones de familias y hogares en el mundo;

Ni siquiera los quince millones setecientos cuarenta y tres mil ochocientos setenta infestados y sus más de quinientos once mil ochocientos treinta y cuatro muertos, que al 5 de enero de 2021 dejando dolor, tristeza y pesadumbre en millones de familias y hogares en Latinoamérica;

Ni siquiera el millón seiscientos ochenta y seis mil ciento treinta y un infestados y sus cuarenta y cuatro mil ciento ochenta y siete muertos, que al 5 de enero de 2021 dejando dolor, tristeza y pesadumbre en millones de familias y hogares en Colombia;

Ni siquiera esos datos que han conmovido a la población mundial, estremecido a Latinoamérica y sembrado de angustia en nuestro país han sido suficientes para generar una pizca de sentimiento en el sector financiero y menos aún en sus hijos putativos y predilectos: los bancos.

Los bancos, que insisten en implementar el método de presión, la privación de sueño: también conocida como ‘tortura blanca’, ya no solo para cobrar, sino también para recordar a sus víctimas que no ha cancelado, incluso antes del vencimiento, lo cual constituye un acto inmoral.

Un acto de inmoralidad financiera que se materializa al pretender atormentar a cada una de sus víctimas con sendas e incomodas llamadas antes de acostarse o en su efecto despertarles, implementando para ello horarios absurdos e irrespetuosos en los que ni siquiera atenderían a sus clientes;

Como todo torturador, se encubren detrás del capuchón que representan las supuestas entidades contratadas para tan maquiavélicos fines, amparados en engañosas voces que simulan con sutil destreza dulzura y amabilidad para intentar que la tortura tenga un tinte de pseudo asesoría, que nadie ha solicitado.

Otro aspecto grave, lo constituye el hecho de que las y los usuarios asumimos incluso los costos de nuestra propia tortura, ¡nos cobran por todo!, mientras los torturadores incluso negocian con nuestra información ofreciéndola al mejor postor, quienes se suman con ofrecimientos, mediante llamadas arbitrarias.  

Inmoralidad financiera fundamentada en sacar ventaja de nuestras necesidades, para atraernos casi enamorándonos y luego colgarnos la cadena de la deuda y del acoso, barbaridad que está en nuestras manos, en nuestra decisión, ¿hasta cuándo nos vamos a dejar? Cada vez que les atendemos, ganan.

Cartagena de Indias, 07-01.2021.