Por Alfonso Cassiani Herrera (Especial para Revista Zetta).- Cartagena de Indias, 17-01-21 |Después de cuatro años de restablecimiento de las funciones de la Procuraduría, despojándolas de las concepciones obispales a las que estuvo expuesto el ente del Ministerio Público, se enfrenta a un nuevo cambio.
Cuatro años atrás, el país se liberó del sentido mesiánico que a partir del dogma religioso juzgaba y profería sanciones o indulgencias, una verdadera cacería de brujas, lideresas que defendían el derecho de la mujer a definir sobre su propio cuerpo en torno al aborto, centro izquierdistas e izquierdistas eran expuestos públicamente con sanciones tan absurdas que muchas de estas posteriormente fueron revocadas por altos tribunales.
Los señalados pecadores por definirse como lesbianas, homosexuales, transgénero, en fin, todo aquello que se saliera del estrecho margen del o la heterosexual, hasta la invención imaginada y persecución del “castrochavismo” fue apologizado hasta la saciedad para justificar pretendidas acciones de exorcismo político en el que la diversidad étnica y cultural de la nación fue en forma ramplona, desconocida en un escenario en el que las Comunidades Afrodescendientes, Indígenas y Romaníes, eran asimiladas a instrumentos de la imaginada estrategia “castrochavista”, sus derechos reconocidos por innumerables instrumentos jurídicos nacionales e internacionales, fueron conculcados de manera soez, incluso los desterrados de las tierra y el territorio fueron tratados como usurpadores y reclamantes de mala fe, todo aquello era una verdadera infamia que permitía liderar semana tras semana encabezados en la prensa y redes sociales.
Después de cuatro años de restablecimiento de las funciones de la Procuraduría, el país y la ciudadanía celebró el regreso de la Procuraduría por encima del procurador, al menos esa era la aspiración.
Cuatro años han transcurrido y se respiró un nuevo aire mucho más laico, en el que las múltiples voces reclamante de sus derechos tenían cabida, un retorno del ministerio público a la defensa de la legalidad y la promoción activa de la igualdad jurídica de todas las personas, pero sobre todo cumplir y a hacer cumplir la Constitución y las leyes, y particularmente los derechos fundamentales.
Los señalados logros son, sin embargo, solo una parte de las muchas expectativas que nos hicimos, pese al intento por restablecer los intereses generales de la sociedad, para el caso de las comunidades negras, afrodescendientes, afrocolombianas, palenqueras y raizales en nuestra Región Caribe, quedó pendiente. En un caso fuimos desatendidos, nuestros derechos vulnerados y amenazados en múltiples formas, los logros legales colectivos que habíamos alcanzados en las últimas décadas ignorados. En el otro caso simplemente inadvertidos, sin presencia y con muy escasas oportunidades, no se logró garantizar el derecho al territorio y efectivo de nuestras comunidades negados por las autoridades locales, así como en materia de protección no nos fue mejor.
Después de cuatro años de restablecimiento de las funciones de la Procuraduría, el país y la sociedad enfrenta un nuevo reto: el establecimiento en la práctica de un partido único y además plenipotenciario.
El señalado logro corresponde a la correspondencia ideológica y política existente entre: Presidencia de la República, (Ejecutivo), Presidencias del Congreso (Legislativo), Fiscalía General de la Nación (Judicial), Contraloría (Organismo de control) y el Ministerio Público (Procuraduría y Defensoría del Pueblo), lo que al menos ha de generar interrogantes y preocupaciones en torno a la necesidad que requiere toda democracia para serlo: PLURALIDAD, que debería expresarse en cada uno de sus órganos.
Hoy más que nunca necesitamos construir un gran proceso de confluencia nacional que sea capaz de ponerse por encima de las fracciones y sectores, nuestra sociedad está fraccionada, dividida, plagadas de fracturas que requieren ser sanadas. Una confluencia que tenga su origen en lo local, en las regiones, intentemos superar el liderazgo mesiánico del súper héroe, Seamos capaces de arriesgarnos, de atrevernos a innovar en nuestra vida política y organizativa, reconozcamos esos nuevos liderazgos, en pro de una sociedad en la que hombres y mujeres, jóvenes y adultos mayores, tengan plenitud de oportunidades, en donde afrodescendientes, indígenas y romaníes, puedan desplegar el derecho a vivir en forma plena su identidad étnica, histórica y cultural en sus territorios y autonomía, en el que lesbianas, homosexuales, transgénero, y demás puedan expresarse libremente sin temor a represión, una sociedad que se exija a si misa ser alimentada por el libre pensamiento y la justicia económica.
Una sociedad en la que no solo se reconozca y proteja la diversidad de la nación, sino que también sea posible expresarla en términos políticos y vivirla en términos sociales y económicos.