Por John Zamora (Director de Revista Zetta).- Cartagena de Indias, 14 de mayo de 2021.- El mal fario que persigue a Cartagena con la administración de William Dau tiene otra arista dolorosa: el despeñadero de sus secretarios.
La ciudad no merece esa suerte, pero fue la que eligió, y las consecuencias son adversas.
Junto a sus limitadas capacidades para entender la administración pública, Dau también ha sido despalomado para conformar su equipo, que se parece al Real Cartagena: anda en la B y no gana un torneo.
Son escasos los casos de acierto en la designación de funcionarios: el IDER con Viviana Londoño; Fondo de Pensiones con Carlos LaRota; Control Disciplinario, con María Victoria Olier; Comunicaciones, con Paola Pianeta…
De resto lo que hay es una procesión penosa de fiascos, donde el perjuicio ha sido para la ciudad. Y no se sabe por dónde comenzar…
El caso más doloroso es el PES, entidad para hacerle frente a la pobreza, donde la directora Kairen Gutiérrez se dedicó a saciar apetitos burocráticos con OPS y no ejecutó inversión, como quedó suficientemente documentado en el Concejo de Cartagena.
El caso más decepcionante es el de David Múnera, quien fue un combativo concejal, pero como funcionario ha exhibido unas rodilleras tan acolchadas que dejaron de lado las antes sólidas y admirables convicciones. Además de su apostatía también duele el discreto nivel de ejecución frente a la inseguridad ciudadana, y su actitud anti-institucional frente a la Policía, aliada natural de la Secretaría del Interior.
Diana Martínez estaba haciendo una labor valiente en la Secretaría General, como escudera de Dau, bien con aciertos o con errores, pero tras la suspensión de la Contraloría y su regreso como asesora de Despacho, se refugió en zona de confort y perdió fogosidad y notabilidad.
Las “importaciones” han sido otro fiasco, fracaso y despiporre. No sirvió para nada Sindry Camargo, cuya limitación como directora del DATT fue carta de presentación para llegar a la Gerencia de Transcaribe. La secretaria de Hacienda, Diana Villalba, no hizo olvidar al profesor Dewin, y en nada ha mejorado la alicaída dependencia. El secretario de Planeación, Juan Franco Peñaloza, tiene un segundo apellido que ha pesado más que su gestión. El sargento de Corvivienda, Néstor Castro, no sirve ni para rectificar con orden judicial. Los programas del área están trabados o retrasados, y todo por cuenta de su desconocimiento del área. El secretario de Infraestructura, Luis Villadiego, todavía no ha reparado el primer hueco de la Santander, y ya vamos terminando mayo de 2021. El director del Datt, Janer Galván, tuvo el enorme reto de expedir un decreto de tarifas de taxis, y se confundió con la geografía de su natal Barranquilla… fueron las tarifas mas alocadas de la historia. De Joana Gaitán, directora de Valorización, solo tuvimos dos noticias: cuando llegó de Cali a posesionarse, y dos meses después cuando renunció para regresarse. Así pasa con Tatiana Sánchez, quien renunció a la gerencia encargada y secretaría general de Edurbe. La campeona de la ineficiencia, llegando tarde a todo y con la pretensión de imponer culturas exógenas es la directora del IPCC, Saia Vergara, quien vive unas vacaciones pagas en Cartagena y luego volverá a su itinerante vida por fuera de la ciudad.
También está el pabellón de quemados. La primera fue Mónica Fadul, quien salió transitoriamente de Fenalco para ser “gerente de ciudad”, algo que ni el mismo Dau sabía qué significaba, y naufragó ante un jefe que estaba estrenando el lazo con las peloteras y retractaciones de sus primeros meses. Gonzalo Jácome, Dewin Pérez, Adelfo Doria, Alvaro Fortich, Uriel de Arco, entre otros quemados, donde la más deslumbrante fue Cynthia Pérez Amador, la fallida exprimera dama, fallida “persona de la mas alta confianza”, y defenestrada por Dau. Sin ingresar al pabellón pero ardiendo en llamas está Johanna Bueno, quien ha demostrado excelentes maniobras burocráticas en el Dadis que hacen palidecer su cuestionable gestión en salud.
Sin ingresar aún a este pabellón, vemos que hacia allá va: María Claudia Peñas. La incisiva recaudadora de datos para analizar y contextualizar que conocimos en Cartagena Cómo Vamos, llegó al gobierno distrital ante la salida de Mónica Fadul, y como asesora para la reactivación económica en plena pandemia. Acertada o no, ha sido una funcionaria seria y comprometida, dedicada a su labor técnica, sin caer en la beligerancia de su jefe. No merece que Dau la “premie” enviándola a una “chamusqueada” segura en la gerencia de Transcaribe, donde no solo enfrentará los problemas acumulados de muchos años, sino la absoluta ignorancia de su jefe en el asunto, y, peor aún, la incapacidad para escuchar. Si es para castigar a una funcionaria, ¿por qué no envía allá a la directora del IPCC? Pero no, la señora Peñas no merece que Dau la arroje por su despeñadero.