Diego Ventura demostró que su cuadra de caballos y su doma tienen una categoría suprema, fuera de serie, y lo hizo todo en su debut en Cartagena de Indias para confirmarlo.
Caballos que danzaban, que cuarteaban, que esperaban, que corrían, que acompasaban, que atacaban, que templaban… mejor dicho, caballos que toreaban.
Un el jinete anduvo preciso en cada suerte, colocando rejones y banderillas en lo alto, cabalgando a milímetros, incluso arriesgando sus cabalgaduras pasando entre toro y tablas, midiendo lo tiempos, yendo de frente… un recital del mejor rejoneo del mundo.
Pero todo lo perdió con los rejones de muerte. Dos pinchazos y descabello en su primero, nueve pinchazos en su segundo. No encontró el sitio. Pero lo demás lo hizo todo, todo, en la cumbre.