¿Y por qué no la izquierda? – Opinión de Horacio Cárcamo

Por Horacio Cárcamo Álvarez (Especial para Revista Zetta).- Cartagena de Indias, 9 de octubre de 2021.-      El debate para la Presidencia de la República se torna interesante, y quizás el más trascendental de todos los de este siglo. Las encuestas de opinión coinciden en que son muy altas las probabilidades de triunfo de un candidato anti establishment por la injusticia social, y el compromiso de los jóvenes  con lo público y el activismo social más allá de la  ideologización política. 

La destrucción del planeta, la inclusión social de sectores históricamente segregados – negros,  indígenas, comunidad lgbti, migrantes -, la lucha por los derechos humanos y la igualdad de las mujeres  son temas con mucha relevancia en la agenda política de sectores progresistas cada vez con mayor significación en el deseo universal del restablecimiento de la dignidad humana y la igualdad. La pandemia de la covid 19, que dejo sin maquillaje la crueldad de la pobreza y las deficiencias del Estado para intervenirla.

La Comisión Económica Para América Latina – cepal – en su informe de anualidad estima que el aumento de la pobreza y la pobreza extrema en América latina insta a crear lo que ellos llaman un nuevo Estado de bienestar. Según el informe las medidas de protección social de emergencia adoptadas por los países de la región para evitar el empeoramiento de los índices de desigualdad no fueron suficiente. 

En Colombia la pandemia contabilizó 3.5 millones de nuevos pobres. Según el Departamento Nacional de Estadísticas – Dane- más de la mitad de la población del país se encuentran en situación de pobreza monetaria. El 42.5% de los colombianos tienen dificultades para lograr acceder a tres comidas diarias. El  hambre y la desesperanza  cada vez más están del lado de los anhelos de quienes se movilizan por el cambio a pesar de quienes se niegan a entender la realidad nacional.

La inmovilidad política responsable de la actual crisis del país en el pasado acabo con grandes imperios. Resulta materialmente imposible sostener en el tiempo – y no es solo determinismo marxista – un sistema político con malos gobiernos, crisis económica, asesinatos de dirigentes políticos y sociales. El país nacional desde finales del siglo xix sigue a la espera de las reformas sociales por las que batallaron Uribe Uribe, Gaitán, Luis Carlos Galán y Pizarro.

Las reformas para alcanzar democratizar la propiedad y una economía incluyente – ahora llamada, por el líder de la ultraderecha, fraternal -, las de la equidad con la garantía de acceso a la educación universal y a la salud,  de la justicia para castigar la corrupción y restaurar la moral de la nación y la laboral para lograr un trabajo digno donde el esfuerzo  del obrero “no se limite a lo puramente necesario para lograr sus subsistencia física” – como lo planteaba el apóstol liberal Uribe Uribe – y el derecho a la huelga no sea un enunciado. 

Desde la república liberal de Alfonso López Pumarejo hasta nuestros días la respuesta a la demanda de reformas políticas, económicas y sociales ha sido la violencia, por eso el péndulo de la política y de procesos electorales no oscila y se mantiene en el atasco de unas recetas neoliberales fracasadas. Es el momento – como lo plantea Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Cepal – “de un quiebre civilizatorio en donde se replanteen los pactos sociales…”

¿Por qué no dejar que el péndulo político se mueva a la izquierda socialista? En democracia la movilidad del péndulo es la que permite que los partidos o movimientos en el poder se esfuercen por modelos económicos de bienestar social y alternen por voluntad libérrima del elector cuando se estos se vuelvan  inviable.

El profesor Piketty se expresa a favor de la necesidad de identificar un nuevo sistema económico alternativo al capitalismo. También se manifiesta a favor de la superación del capitalismo “en una nueva forma de socialismo participativo y descentralizado, federal y democrático, ecológico, mestizo y feminista”. Creo que con él coinciden los radicalizados en la protesta juvenil y la gran mayoría de colombianos.