Por Carlos Féliz Monsalve (Especial para Revista Zetta). Cartagena de Indias, 14 de octubre de 2021.- Se aproximan rápida y sigilosamente las contiendas electorales que marcarán el derrotero de los próximos años en el país, y marcarán el camino que querrá trazar la Nación frente a los modelos de Gobernar planteando ideologías, puntos de vista y concepción heterogénea de cuál debe ser el rumbo o arista que permita seguir la ruta de una democracia que debe afianzarse y, sobre todo, que debe llevar al país a transformaciones positivas y sólidas en busca del bienestar de los ciudadanos.
Esta vez el voto tendrá un impacto directo con el objetivo de replantear instrumentos de gestión económica, social, fiscales, presupuestales y ambientales que busquen construir una sociedad que no nos lleve a las desigualdades reales que hoy padecemos.
Todo esto debe buscarse con principios básicos de orden, seguridad, igualdad, oportunidad y sobre todo en consensos que, bajo esquemas de democracia participativa, lleven a nuestros líderes a construir esos puntos de encuentro y de diálogo social para interpretar el país recibiendo todas las ideas en el marco de las diferencias.
El fin debe ser el bienestar común respetando la vida, el trabajo, la propiedad privada, los recursos humanos y en general los Derechos Fundamentales, pero también los secundarios partiendo de la premisa que ante la solicitud de los Derechos que debe garantizar el Estado, también deben ejercerse deberes para la sana convivencia en comunidad, y estos debe garantizarlos cada uno de los ciudadanos.
Es importante y definitivo comenzar a pensar el país desde el trabajo, las instituciones políticas, las reglas electorales, los sistemas sociales, sistemas fiscales, la infraestructura pública, la seguridad, la salud y la educación como eje central de desarrollo.
Con inversión en infraestructura el país crece, se expande, pero con inversión en la gente, en el ser humano, el país se desarrolla y generara consciencia de sana ciudadanía.
La realidad social del país nos insta a reflexionar sobre la degradación del ejercicio político (politiquería) sobre las malas prácticas de la misma, sobre el travestismo ideológico, sobre acomodar discursos para ofrecer posturas que no son auténticas y que al final terminan siendo un sambapalo de posiciones que confunden al elector/ciudadano pero que también nos alejan de las posibles soluciones de fondo para poder navegar en la marea social que vivimos.
En las calles se reclama cambio y transformación en la forma de Gobernar, pero ese cambio debe ser serio, aterrizado, sin poner en peligro la democracia, y sobre todo sin llevar al país a más polarización y al despeñadero.
Las posiciones todas son respetables, aceptadas y analizadas como oferta y alternativas para una sociedad mejor donde juntos y bajo esquemas de diálogo social podamos construir la Nación que queremos, repito dentro de las diferencias.
La democracia colombiana y su división político/administrativa permiten sectorizar y regionalizar el país, de tal manera que en cada ente territorial a menos escala, se decidan los dirigentes que se quieren y el desarrollo social necesario a partir de la participación y de los Gobiernos Locales.
Hoy el país tiene Gobiernos Locales en grandes capitales, ciudades intermedias y hasta las poblaciones más pequeñas muestras de todas las vertientes políticas. Analizamos ciudad por ciudad, pueblo a pueblo quiénes están gobernando y evaluemos si ha habido oportunidad para todos, si se ha garantizado el triunfo de las mayorías, y como, cada mandatario desde su esfera de poder está gobernando, está cumpliendo su programa de Gobierno, su plan de desarrollo y sobre todo sus posturas ideológicas como premisas para el desarrollo y el bienestar integral que está reclamando la gente.
El análisis debe ser objetivo, sin sesgos, manipulaciones, prevenciones, perjuicios o cualquier tipo de velos que lleven a propósito o no a la ciudadanía a una evaluación miope de lo que, de verdad este pasando con cada uno de los mandatarios en sus administraciones.
Hay hoy mandatarios y miembros de cuerpos colegiados de todos los colores, sabores y posturas, cada uno con ideologías distintas, posiciones encontradas pero más claro, con ejercicios de poder y gobernanza hoy evaluables por la ciudadanía que es quien decidirá quién lo hizo bien, quién gestionó, quién luchó por su gente, quién combatió la corrupción, quién construyó país y quién desde su rol competencias y funciones dadas por el mandato soberano, lo hizo bien o mal; con el voto se premia pero también se castiga, y a partir de él y en el momento en que se sufraga, se ejerce ciudadanía y se genera decisiones de un conglomerado social que respeta las mayorías y sobre todo que quiere liderazgos proactivos, incidentes, determinantes y sobresalientes ante el ejercicio del quehacer político.
Se necesita experiencia, idoneidad, experticia, trayectoria, conocimiento del territorio y de los ciudadanos. El ejercicio del casa a casa, del tú a tú y del pega-pega del dirigente con la gente para sentirlo más cerca, para generar confianza, para verse a los ojos y para conectar las personas con sus mandatarios a fin de estructurar verdadera Gobernanza preguntándole al elector primario qué quiere, qué piensa que debe gobernarse, el ciudadano debe llevar al gobernante a construir ese ejercicio compartido desde Gobierno, a su manera activa y efectiva que lleve a un diálogo deliberativo en busca de soluciones que apunten a las problemáticas del diario vivir.
Se deben crear nuevas organizaciones sociales, empoderar muchos más a las juntas de acción comunal, a los jóvenes, a las mujeres, a los activistas positivos y en general a toda la ciudadanía en busca de grandes foros regionales de opinión, de diálogo, de protesta argumentativa que modifique la interacción política para trazar caminos comunes que generen la estructuración cívica necesaria para resolver problemas, donde la gente sea el centro, no la periferia.
La protesta social debe ser respetada, regulada y garantizada para evitar que actores ciudadanos conviertan las manifestaciones de inconformidad en vandalismo, líneas de destrucción, intransigencia, bloqueos y atentados contra ciudadanos, bienes públicos/privados, fuerza pública y demás que lleven por unos pocos a estigmatizar la protesta y a asociar esa inconformidad social con bloqueos que nada tienen que ver con el derecho legítimo a protestar y a plantear soluciones a temas de País.
No se puede permitir convulsión social para generar destrucción, pérdida de vidas, de empleos, de cadenas productivas y truncar movilidad para desplomar la Nación.
A los protestantes, manifestantes, centrales, colectivos, sindicatos, asociaciones y a todo tipo de organizaciones, bienvenida la protesta, pero queda de más decir que debe ser pacífica y argumentativa frente a los discursos y contradicciones en la forma de ver el modelo de gobierno, de política, de economía y de desarrollo que debe tener Colombia.
Pero ante este momento que vive la nación está la oportunidad que siempre se ha tenido de participar en democracia en unas justas electorales que permitan que la decisión soberana del voto sea el instrumento constitucional más poderoso para protestar y para generar a quienes exigen los posibles cambios en las políticas de desarrollo que día a día demandan. Es participando masivamente como se logran los triunfos de programas de Gobierno, con la visión legal y constitucional de quienes los abanderan. Es el momento a través de las urnas de elegir a quienes nos representaran en el Congreso, en la Presidencia y no olvidemos también en los consejos juveniles locales y en las juntas de acción comunal para construir y elegir las posturas de Gobierno y liderazgo que queremos y que la marea social demanda. Es ahora, no después, los que protestan; a manifestarse con el mejor argumento constitucional para conciliar las diferencias en democracia; no ejercer ese derecho, no generar las dinámicas de representación que si aprovecha el que si opta por participar, es entregar la voz a otros.
Concluyo anotando que no es con bloqueos y sin argumentos en la mesa, es con protesta social organizada que encuentra su mejor camino hoy a pocos meses de elecciones, para protestar votando e imponiéndolo de manera legal su visión y sueño de país.
Si se pasan las elecciones y no hay participación, se perderá el momento indicado para revisar la forma de hacer política de manera constructiva, propositiva, sin agresiones, sin calumnias y sin denuncias oportunistas en el caso que se presenten.
Las necesidades sociales requieren dirigentes maduros que acepten los resultados, las diferencias, la oposición y sobre todo que dejen gobernar a quienes fueron favorecidos con los guarismos electorales; porque entonces serán ellos los que legítimamente impondrán su óptica de país.
Repito es hora de votar, las elecciones significan decisiones: «Manifestarse votando».