Opinión de John Zamora (Director de Revista Zetta).- Cartagena de Indias, 15 de noviembre de 2021.- William Dau vendió la idea que el problema de Cartagena de Indias era la corrupción y 113 mil electores la compraron, hace casi dos años.
Era un salto al vacío, como con acierto dijimos, y el resultado lo estamos viendo, un verdadero despiporre.
Por intuición y al ojímetro improvisó un gentío gubernativo, que no se puede llamar equipo, y donde dos o tres funcionarias resultaron excelentes, mientras el grueso resultó un fiasco, bien por su mediocridad administrativa, bien por su desmedido apetito electorero y contractual.
El gobierno de Dau nunca arrancó sino tuvo arreones, como el que da el toro en la corraleja, que termina persiguiendo a uno de los tantos manteros.
Si bien es cierto que a Dau le tocó lidiar con una pandemia sin precedentes, también lo es que ello no le impidió poner en escena un incontable y grotesco desfile de peleas, que lo aislaron de la realidad, lo apartaron de la ciudadanía actuante, y también del circuito de gestiones ante el gobierno nacional. Dau no le sacado ni un beneficio a las frecuentas visitas del presidente Iván Duque y el único megaproyecto nacional que está por iniciar, la protección costera, lo gestionaron los congresistas de Bolívar con el anterior presidente Juan M. Santos.
Sin capacidad de gestión nacional, se inventó una hilarante agenda “internacional” en parques y cafeterías de Washington y NY, donde ni siquiera acudió la gente a verle en un duelo con comediantes colombianos. Se hubieron reído hasta arrastrarse. Se lo perdieron.
Como no ha tenido un plan cierto de gobierno, cualquier cosa le suena a gran cosa, como el rutinario reparcheo de avenidas, que tampoco ha podido sacar adelante. Ver puente Benjamín Herrera, record de pavimentación fallida: tres días y ya no sirve, volvió a ser trocha.
Entonces la enfermedad de Cartagena fue mal diagnosticada, y el remedio ha resultado un veneno.
No era la corrupción política, que era uno de los más graves síntomas, sino el desgobierno. La corrupción distrae el gasto público con capacitaciones inventadas y obras inconclusas, y se cree que ese es el supergrandísimo problema. No. La corrupción lo que impide es que el gobierno actúe con respuestas, y caiga en el desgobierno.
Igual pasa con la mediocridad y la payasería, que desvían toda la atención con el mismo efecto de la corrupción, y la ciudad queda al garete.
Corrupción, payasadas, desfalcos, mediocridad, contratitis, peleadera… todo es lo mismo: desgobierno.
Por eso es importante que Cartagena entienda que no necesitamos a un corrupto ni a un payaso, sino un gobernante activo, serio, eficiente, con un plan, y con capacidad de liderazgo edificante y aglutinante, no destructivo y excluyente.
No solo hemos perdido dos años, sino que tenemos la garantía que los dos que quedan de la pesadilla de William Dau también lo estarán.
Debemos, entonces, trabajar desde ahora en reconstruirnos. De esta monumental decepción podemos sacar un provecho, y es que ¡ya sabemos lo que NO se debe hacer! No hacer lo mismo que Dau será un gran punto de partida para reconstruir a la ciudad. Si salimos del sitio de Morillo, seguro saldremos adelante del sitio de Dau, cuyo nombre ha quedado escrito con D de Decepción, Desencanto, Desconcierto, Despeñadero, Defraudación, Desastre, y muy sobre todo, con D de DESGOBIERNO.