Por John Zamora (Director de Revista Zetta). Cartagena de Indias, 1 de febrero de 2022.- Podríamos ignorarlo todo y dejar que el alcalde de Cartagena siga en las mismas, peleando con todo el mundo, insultando a mansalva, y sumiendo a la ciudad en el más asombroso desgobierno de la historia.
También podríamos conformarnos con las migajas de gestión que simula hacer.
Conformarnos con sus megaobras, como dos curvas pavimentadas en la Santander, y un tramo aun inconcluso, que no suman 200 metros; y un puente provisional en Las Palmas.
Conformarnos con los hospitales que prometió recuperar y aun no recupera; conformarnos con la prolongación de los problemas sin solución como el corredor de Manga, los peajes, el traslado de Bazurto, la demolición de Aquarela; conformarnos con su gabinete semi-marciano, y darles dos años más para que se enteren de en qué ciudad viven; conformarnos con sus payasadas y reírnos para no llorar por la decepción de 113 mil votos tirados a la basura.
Podríamos aceptar nuestra impotencia y limitarnos a justificar la realidad: un programa de gobierno de dos páginas propuestas por un estéril activista, inepto comprobado para la gestión pública, incapaz de salir de la humareda de sus periódicas alucinaciones.
Frente a la repugnancia de estas opciones, queda detenerse 1 minuto y 23 segundos a escuchar el escandaloso audio donde Dau hace tráfico electoral desde su trono imperial.
Que sea abiertamente ilícito es lo de menos: el problema es la absoluta inmoralidad pública de su movida electorera, chueca y frustrada.
Son los 83 segundos más asquerosos de la repulsiva historia política de Cartagena, solo comparable con la lectura de “libros”, pero mucho más grave proviniendo de quien se ha llenado la boca pregonando su absoluta santidad, encumbrándose en un ilusorio trono moral desde donde juzga quiénes son malandrines y quiénes pueden malandrinear con él bajo su sacra bendición.
Un hombre serio jamás traficaría candidaturas desde el Palacio de la Aduana; un hombre sensato admitiría la pifia; un hombre responsable renunciaría ante la vergüenza de haber traicionado sus principios y fallarle al pueblo; pero en vista que William Dau no es serio, ni sensato ni responsable, es descartable y utópica una eventual renuncia.
Volando en el trapecio de sus maromas semánticas, y tratar de voltear el sentido de las cosas, o minimizarlas, como ha sido su usanza en tantos y tantos casos, ha dicho que es una «conversación privada». Me recuerda cuando un capo le dice a su secuaz -en una conversación privada- «que parezca un accidente».
Pero no. El audio es categórico. Un asco.
Estamos a un mes y dos semanas de las elecciones para Congreso, y es evidente que el alcalde ha intentado interferir desde su posición como primera autoridad civil y política del Distrito, un ilícito absoluto. Con este alcalde no hay garantías electorales.
Para garantizar que no lo ha seguido haciendo, o que no lo vuelva a hacer, es imperativo que la Procuraduría General de la Nación proceda a la suspensión inmediata de William Dau como Alcalde de Cartagena, y que se prolongue no solo hasta la fecha de elección, el 13 de marzo, sino hasta cuando concluyan los comicios y se declare la elección de las seis curules de Cámara de Bolívar, que el alcalde intentó interferir con candidaturas propias.
Asombra que ante la palmaria confesión contenida en el audio, divulgado por la líder opositora Jaqueline Perea, los afectados con la movida chueca del alcalde guarden silencio, es decir los 43 candidatos a Cámara. El único que ha hablado, y para aclarar su papel en el audio, es Javier Marrugo, el candidato del Pacto Histórico al que Dau le reclama por no haber metido a sus dos candidatas, acción calificada por él como“traición”.
No es hora de callar. Por eso desde Revista Zetta lideraré un foro en el que espero que nadie se esconda, ni los candidatos, ni la dirigencia gremial, ni los organismos de control. Ya está bueno. Les avisaré la fecha, hora y medio de este foro, denominado: “¿Qué hacemos con Dau?”