Por Ambrosio Fernández (Especial para Revista Zetta).- Cartagena de Indias, 26 de agosto de 2022.- Las economías del primer mundo se han erigido, entre otras cosas, por la capacidad de concebir obras de infraestructura para el futuro. La construcción de puertos, aeropuertos, vías férreas, carreteras, entre otras, han permitido a las superpotencias conectar sus productos y servicios con el resto del globo y llevar las materias primas, desde distintos rincones del planeta, hacia sus industrias. Los grandes desarrollos que vemos en Estados Unidos, Alemania, Japón, entre otras, han sido realizados gracias a la noción de un proyecto de país unificado. Una visión de progreso, que aunque se construye a través de deliberaciones políticas, demuestra que el desarrollo de la nación, debe ser un interés prioritario.
El macroproyecto del Canal del Dique podría llegar a convertirse en una iniciativa que precisamente muestre que en Colombia, en Bolívar y Cartagena, no hemos sido capaces de pensar el desarrollo como algo de interés prioritario para todos. Además de ser una obra que ya debió haberse realizado años atrás, en la actualidad podría convertirse en un escenario de tire y afloje para diversas fuerzas políticas, tanto en el Caribe como a nivel nacional. Aunque son válidas las diversas voces que han hecho reparos al proceso, la adjudicación de este gran proyecto de infraestructura debe blindarse bajo los más estrictos parámetros técnicos, en un trabajo mancomunado entre comunidades, gremios, sector gubernamental y academia. No obstante se necesita celeridad en el proceso, cada día que pasa toneladas de sedimentos llegan a la bahía de Cartagena y a los corales de las islas del Rosario y de San Bernardo, perjudicando la competitividad del puerto y afectando el débil equilibrio ecológico de los ecosistemas submarinos y con ello perdiendo atractivo para un sector vital para la ciudad y la región, el turismo. A lo que se suma que miles de habitantes de los municipios ribereños del Canal del Dique, ruegan para que no se repitan las escenas de inundaciones y pérdidas que trajo el fenómeno de “La Niña” entre 2010 y 2011.
En momentos para algunos de incertidumbre y para otros de esperanza por cuenta del inicio de un nuevo gobierno, es necesario deponer los ánimos y encontrar puntos en común, siempre pensando en el futuro de una región (en este caso territorios de Bolívar, Atlántico y Sucre) que tiene grandes ventajas de cara a los retos que enfrentamos en materia de transición energética, seguridad alimentaria, comercio exterior, turismo, logística y transporte, entre otros. Si como bolivarenses y cartageneros logramos llevar a cabo, de la manera más rápida, transparente este macroproyecto, podríamos estar abriendo un camino de unión y progreso para desarrollar otras iniciativas u obras vitales para nuestro futuro.