Por Ambrosio Fernández (Especial para Revista Zetta).- Cartagena de Indias, 1 de octubre de 2022.- Hace unos años, cuando la oposición venezolana se lanzó a las calles -en uno de los muchos episodios de lucha que ha tenido a lo largo de la oscura noche del chavismo-madurismo-, uno de sus lemas más recordados era “el que se cansa pierde”, en alusión a que la batalla para encontrar nuevos rumbos a esa nación era una cuestión difícil, dolorosa y desesperanzadora. Aunque hoy esa oposición parece perdida, atomizada y se ve muy lejos una opción más democrática para Venezuela, la frase sigue teniendo vigencia y no solo para el vecino país.
Como lo he anotado en este espacio y cómo lo viven miles de cartageneros diariamente, acá también pasamos por tiempos difíciles. Haría mal en anotar que la situación política es igual a la de Venezuela, porque afortunadamente en Colombia las instituciones han logrado soportar hasta el momento (y espero que así sea siempre) los delirios autoritarios de algunos gobernantes. Muestra de ello es que incluso a nivel regional, todavía contamos con medios de comunicación en los cuáles expresar nuestro descontento con los gobiernos de turno. Pero en Cartagena, también el que se cansa pierde… Y nos estamos cansando.
La apatía y el desánimo que se respira en las calles frente a la cruda realidad se extiende entre los ciudadanos. Pareciera que nos acostumbramos a las malas gestiones, a los escándalos, la corruptela, la trampa y el desorden. No solo en lo público, sino en lo privado y lo cotidiano. La crisis de valores hace que hoy tengamos una ciudad sucia, donde el patrimonio es solo un sello para aparecer en las listas mundiales de turismo o de los organismos que se encargan de velar por la cultura, la historia.
Pasamos de ser una sociedad orgullosa de su ciudad: la más bonita, mágica y cautivadora de Colombia, a una que esconde la cabeza ante los problemas y se resigna a que Cartagena se mire con desdén desde el interior del país o pierda relevancia frente a otras urbes de la costa Caribe. Aunque en tiempos electorales, como los que ya vivimos, pululan los discursos que apelan al sentido de pertenencia, con manos en el pecho como señal de amor por La Heroica, lo cierto es que votar no es suficiente.
Necesitamos una sociedad civil más activa y organizada, que se articule para que los pequeños liderazgos se fortalezcan y las acciones para trabajar por el bien común no sean golondrina de un solo verano. Distinto a nuestros antepasados, no tenemos necesidad de encerrarnos tras las murallas para defender a la ciudad, basta con empoderarnos y ejercer una ciudadanía más crítica, propositiva y participativa, que una lo que los sectarismos políticos se han encargado de separar, para caminar hacia la Cartagena del futuro.