Por Ambrosio Fernández (Especial para Revista Zetta).- Cartagena de Indias, 23 de noviembre de 2022.- Las fiestas novembrinas parecieron ser respiro para la ciudad, agobiada por una crisis institucional, de seguridad y climática sin precedentes. Sin embargo la algarabía no puede borrar de nuestra memoria precisamente la grave coyuntura por la que atraviesa la capital de Bolívar.
El lamentable hecho en el que un padre y su hija fueron ultimados por sicarios a la entrada de un colegio, debe ser un punto de inflexión que cambie la política de seguridad que se ha manejado en la ciudad, porque a grandes rasgos no está dando resultados. Aunque no hay una ruta establecida para enfrentar la inseguridad, si se puede trabajar en distintos frentes para intentar desactivar las problemáticas que de alguna u otra manera la causan. No es fácil, puesto que, tanto en Colombia, como en Cartagena, confluyen muchos fenómenos sociales y que nos guste o no, se convierten en el caldo de cultivo perfecto para que se presenten hechos violentos: microtráfico, extorsión, colapso de la justicia, poco éxito de los procesos de reincorporación a la sociedad civil de excombatientes, desplazamiento, falta de oportunidades, entre otras.
Es que precisamente una de las herencias malditas que nos ha dejado el narcotráfico, además de los miles de víctimas y de todo el dolor que ha causado en las familias colombianas, es el amor por la plata “fácil”. Esto ha llevado a que cientos de jóvenes se ofrezcan para hacer las denominadas “vueltas”; es decir, acciones en las que vender estupefacientes o atentar contra alguien, con tal de ganarse algunos pesos, pasa a ser visto como un simple trámite entre ciertos grupos.
Entre menos oportunidades en materia de educación y empleo genere la sociedad, más rápidamente las organizaciones armadas al margen de la ley cooptarán jóvenes para el microtráfico, la extorsión o el sicariato. Aunque habrá excepciones a la regla que a pesar de las oportunidades deciden irse por el camino del mal.
Insistir en estrategias que eviten que los niños y adolescentes abandonen el colegio, que la academia trabaje en herramientas que permitan a los muchachos dar un salto mucho más fácil de la educación a la empresa y fomentar el empleo inclusivo, en poblaciones de afrodescendientes, desplazados, víctimas, reinsertados, comunidad LGBTI, migrantes, entre otras, es contribuir, aunque no lo parezca, a combatir la inseguridad en la ciudad. Eso sí, sin dejar de lado la lucha frontal contra estructuras criminales a través de inteligencia y operativos en terreno.
En este fin de año no se nos puede olvidar que en Cartagena se siguen perdiendo vidas por cuenta de las balas y con ellas se van los sueños y proyectos de familias enteras.