Realeza Confidencial (Especial para Revista Zetta).- 17 de febrero de 2023.- Entre el 11 y el 13 de febrero de 1903, el sol de la familia imperial rusa alcanzó su máximo esplendor y, como sucede con el astro rey en el punto más luminoso del crepúsculo, ahí mismo comenzó su declive hacia la noche más oscura.
Fue la última vez que los descendientes de grandes monarcas como Pedro el Grande o Catalina la Grande, se congregaron en pleno. A los tres lustros, la gran mayoría habían sido exterminados, o enviados al exilio, por la revolución bolchevique.
En el Palacio de Invierno de San Petersburgo, el zar Nicolás II y la zarina Alexandra Feódorovna emplazaron a dos noches de fiesta. La segunda, el 13 de febrero, fue la más deslumbrante, pues su motivo fueron los 290 años de la dinastía Romanov en el trono. Por eso, el tema de la mascarada fue la corte del primer monarca de la familia, Aleksey Mikhaylovich, del siglo XVII. Como todo empieza por cabeza, Nicolás se disfrazó de aquel antepasado, en tanto que Alexandra, lo hizo de su esposa, la zarina Maria Ilyinichna Miloslavskaya, con atavíos originales de la pareja.
Lo propio hicieron las grandes duquesas y grandes duques de la parentela del zar. La página “Rusia Beyond” asegura que “este gran evento fue notable por sus lujosos disfraces al mejor estilo ruso. Las damas de la corte fueron ataviadas con modelos bordados con piedras preciosas y ‘kokoshniks’ (tocados para la cabeza), adornados con las mejores joyas familiares, mientras que los caballeros ostentaron caftanes ricamente decorados y sombreros de piel al estilo de los boyardos (aristócratas)”.
Al año siguiente, estalló la guerra ruso-japonesa y en 1905, la primera revolución rusa. Desde ahí, el estado de convulsión del país se volvió permanente hasta el derrocamiento del régimen zarista, en 1917, y por eso la casa imperial no volvió a dar bailes.