Por Ana María Cuesta (Especial para Revista Zetta).- Cartagena despertó con el rumor de que, el director del Noticiero Popular de RCN Manolo Duque, renunciaba para formalizar sus ganas de convertirse en Alcalde. Aunque no ha desmentido esta información, el periodista afirma que se fue para tomar un descanso y para contemplar algunas propuestas.
En el medio ya se habla del tema. Tal vez por la publicación que hizo su compañero de noticias, Álvaro Cárcamo, anunciando su conversión a político y deseándole éxitos en su “nueva empresa”, como si de eso tratara, literalmente, la actividad política.
Independiente a los múltiples méritos, a la preparación y al carisma de Duque, me preocupa lo que en los últimos años se ha cocinado tan abiertamente en su otrora espacio radial. De llegarse a confirmar su aspiración al trono de la Aduana, no dudaría en afirmar que para eso fue que asumió las riendas del mismo micrófono que hace cinco años también dejó, en vísperas electorales, el difunto exalcalde de Cartagena Campo Elías Terán Dix.
Ojalá Manolo nos cierre la boca. Ojalá no repita el ciclo que trajo consecuencias nefastas para la vida pública y privada de Campo. Ojalá escuche los consejos de quienes desde hoy le decimos que no siga las aguas de los políticos interesados en convertir al noticiero popular en una mole de votos. Porque en eso lo convirtió Campo, para su campaña personal.
La puerta entre el periodismo y la política la han pasado diferentes personalidades del ámbito nacional: Tatiana Cabello, de periodista de la W a congresista del Centro Democrático. Andrés Pastrana, de presentador a expresidente. Holman Morris, que hoy quiere reemplazar a quien lo nombró en la dirección del Canal Capital. William Vinasco, que alternó su fracaso en las urnas con el manejo de su reconocida emisora. El mismo Presidente Santos, que trabajó alguna vez en el Tiempo.. Estos casos se seguirán dando, pues el periodista, como ciudadano, es libre de ejercer sus derechos políticos. Pero, por Dios: aquel que decida saltar el charco debería ser claro y quedarse de una vez por todas en la otra orilla.
A menudo ocurre que los periodistas verdaderamente seducidos por el oficio -no todos los comunicadores sociales- optan por quitarse el traje de prensa y entrar a trabajar en lugares mejor remunerados como Gobernaciones, Ministerios, Alcaldías y empresas privadas, por citar ejemplos. Cuando finalizan sus contratos y se ven obligados a continuar en campaña permanente con el político que los contrató, recurren nuevamente al salvavidas del ejercicio periodístico: como si fuese algo que se quita y se pone.
Considero, muy personalmente, que un profesional de este tipo no debería pasar al día siguiente como reportero político, del mismo modo que el periodista no debería usar a su audiencia para impulsar campañas propias o de sus afectos. Los periodistas siempre hemos sido los primeros en cuestionar las llamadas puertas giratorias entre, por ejemplo, magistrados y litigantes. Entre Ministros y empresas privadas. Pero, por favor, ¿por qué no hacemos respetar la nuestra?