Lo obvio y lo increíble de una encuesta – Opinión de John Zamora

Por John Zamora (Director de Revista Zetta).- Cartagena de Indias, 4 de abril de 2023.- Las mediciones nunca están de más, así versen sobre asuntos que luzcan obvios. Inquietan, sí, cuando sus resultados riñen con el sentido común o cuando aportan datos incubados malsanamente.

En nuestro universo político hay obviedades de muy fácil comprobación, basta pasar de la vista. Por ejemplo, en favoritismo para la Gobernación de Bolívar es obvio que el gran candidato, con evidente fortaleza, es Yamilito Arana. En favoritismo para Alcaldía de Cartagena, con un mínimo esfuerzo se concluye que Dumek Turbay y William García Tirado se perfilan con mayor probabilidad, y ya cada cual verá a quien le concede el liderato y qué tanto dista uno del otro, y quiénes les pisarán los talones y acaso superarán.

Medir periódicamente esas obviedades resulta útil para monitorear si crecen o decrecen, si otras opciones se acercan, qué percepción hay, y decenas de datos más.

Un componente insalvable de la medición, primo-hermano de la seriedad, es la confiabilidad. De nada vale plagarla de tecnicismos si carece de confianza, si sus resultados se mascan pero no se tragan, si lo que surgen son más dudas que certezas, y las sombras de sus guarismos son tan largas como figuras picassianas.

El primer campanazo de desconfianza es su tamaño. Una “gran encuesta” que mida desde la Presidencia y sus Ministros hasta el moscorrofio de un corregimiento perdido en la montaña, es, por lo menos, incongruente.

Pongámonos en el lugar del que contesta la encuesta: debe dedicarle tiempo a responder una veintena de preguntas sobre lo divino y lo humano… a la quinta, ya contesta por salir del paso.

Otro campanazo es la financiación. Para que haya verdadera y plena transparencia el encuestador debe decir quién paga el trabajo (dicen que el que paga, gana).

Decir que es con “recursos propios” es un insulto a la inteligencia. Ni que los dueños fueran jeques árabes para costear todo el entramado de una encuesta. Con el agravante que el producto, los resultados, los divulgan por cuanto grupo de Whastapp… ¿encuesta gratis? Nooo… A otro perro con ese hueso. ¡Encuesta gratis no existe, ni p’al carajo!

La financiación encierra un gato que nadie sabe si es negro, montés o angora, y como lo han dicho muchos en muchas ocasiones, “las encuestas son como los chorizos: es mejor no saber cómo se hacen”.

Supongamos que voy a hacer una encuesta de 3.442 personas en Bolívar, con 13 preguntas y 42 municipios, en una semana: Tengo que capacitar un grupo de encuestadores, dotarlos de elementos de trabajo, enviarlos hasta Cantagallo, pasando por las Lobas, Magangué, Montes de María o la Línea… pagarles honorarios, transporte (bus, chalupa, taxi, moto, caballo), hospedaje, alimentación… Y luego de recolectar la frondosa información, en tiempo récord de tres días tener todos los resultados tabulados y listos para divulgar. ¡Esto vale un billete largo!

…A no ser… A no ser… A no ser… que sea “ahorrativo” e “imaginativo” y me imagine una que otra respuesta, suponga uno que otro guarismo… Ahí sí, los “recursos propios” alcanzan y sobran.

Sin interventoría, ¿quién verifica y corrobora los datos de Hatillo de Loba, cuyo universo desconoce cualquiera en Cartagena?

Las grandes encuestadoras del mundo mueven millones de dólares y ninguna hace sondeos políticos “con recursos propios”. En materia política, y máxime en encuestas políticas, la transparencia también debe ser absoluta.

Estos apuntes son irrelevantes frente al efecto de una encuesta, sea casta y pura, o sea “imaginativa”. En Revista Zetta no lo hacemos, pero muchos medios publican las encuestas sin ningún filtro, al “matapuercazo”. Y el público lo recibe así, también, y sigue toda una cadena. A nadie del común le importa la “ficha técnica”, los “recursos propios” o el “universo de la muestra” y “margen de error”. Como quedó, quedó. Y eso lo saben los encuestadores indolentes.

Depurar la democracia, hacerla menos imperfecta, incluye a las encuestadoras, sean multinacionales y prestigiosas, o unipersonales y cuestionadas. El engaño está al acecho.

Las personas cuyos proyectos políticos son medidos verán si les creen o no, si las acogen o no. Cada cuál verá si se autoengaña, si se deja engañar y cree que está engañando.

Recuerden al bolero de Agustín Lara… “Tras las rosas están las espinas y te acecha un puñal traicionero”.