Por Ambrosio Fernández (Especial para Revista Zetta).- Cartagena de Indias, 6 de abril de 2023.- La campaña para las elecciones del próximo 29 de octubre ya prendió motores, aunque falten todavía varios meses para el llamado “Día D”, el ritmo que han tomado los precandidatos, los partidos o quienes los apoyan, buscando que sus nombres salgan electos en la siguiente cita de la democracia, es bastante inusitado para esta época del año.
Una de esas tácticas a las que acuden las campañas, para empezar a hacer sonar sus candidatos, son las llamadas encuestas. En tiempos en que minuto a minuto se producen cantidades de información que ruedan por las redes sociales o cualquier otra plataforma digital, los datos son una buena respuesta para intentar ser una luz en medio de ese panorama informativo, aunque a veces esos datos confundan un poco más.
Las encuestas no son precisamente una herramienta que permita predecir el futuro y menos en momentos en que la opinión pública se ha vuelto tan voluble y los partidos, algunos más que otros, han perdido esa disciplina y esa cohesión que tuvieron hace algunas décadas, muestra de ello es que hay muchos candidatos que hoy por hoy le huyen a llevar el sello de una colectividad, porque arrastran todo su desgaste y mala imagen y en la actualidad recorren las calles de la ciudad recogiendo firmas. Además, especialmente en las citas de 2019 y de marzo de 2022, en regiones como en la costa Caribe, se notó también que las viejas casas electorales no tienen la misma fuerza de antes.
A pesar de que en Colombia las firmas encuestadoras deben estar debidamente inscritas y rendir cuentas ante el Consejo Nacional Electoral, todavía quedan muchos vacíos en materia de mediciones de la opinión pública y constantemente se despiertan suspicacias por supuestos favoritismos que pretenden imponer tendencia en el electorado. Ante esta situación, la responsabilidad de los medios de comunicación, de los portales y de los analistas, es mayúscula. El engaño o la descontextualización de la información están a la orden del día y viralizar un contenido erróneo, venga de donde venga, es relativamente fácil, explicarlo es casi una tarea imposible.
El tamaño de la muestra, el margen de error, el tipo de población encuestada, el tiempo de medición, entre otros aspectos técnicos, probablemente no sean fáciles de explicar en un solo posteo en Facebook o Instagram y más cuando este tipo de publicación política a veces se convierten en auténticos escenarios de peleas digitales entre seguidores y opositores a los candidatos.
A estas alturas, las encuestas parecen ser auténticos mercados de ilusiones y cálculos políticos, cada nueva medición habrá que tomarla con lupa para intentar dilucidar cómo se decantan las fuerzas camino a la Alcaldía, la Gobernación, el Concejo o la Asamblea. La recomendación a veces en estos casos es ¡Piensa mal… y acertarás!