Mi última entrevista con Cheo Romero

…Saliendo del hospital después de ver a mi mamá

Luchando contra un cáncer que no se puede curar…

(Amor y Control: Ruben Blades)

Cheo con Payares Villa

Cheo Romero llora al abrazar a Luis Alberto Payares Villa. Les acompaña Mincho Paternina.

A José Guillermo Romero Verbel -el gran Cheo Romero- lo conocí por ese afán desmedido de mi padre de formar y de educar a jóvenes de la radio local. Más de uno pudo conocer las enseñanzas del “Viejo” en el ámbito radial, exigiéndoles que fueran cada día mejores, y que sobretodo valoraran su trabajo y que no “le tuvieran miedo a la grandeza”. Cheo fue uno de esos hijos radiales agradecidos de mi padre, con el cual compartió muchas veces en el deporte y en los espectáculos salseros que se hacían en Cartagena.

Lo recuerdo siendo un adolescente, con esa voz borrosa característica, y con pronunciado acento cartagenero llegaba a la cabina de mi padre a pedirle una oportunidad. Fue así como Cheo, como el mismo lo dice a voz en cuello… “Radialmente soy lo que soy gracias a EL VILLANO, que fue quien me dio la oportunidad en la radio… “Cuando nadie creía en mí, él creyó y aprendí mucho de él”, lo decía varias veces delante de quien sea, y con su característico acento “golpeado getsemanicense”.

En el año 2014, cuando estaba vinculado a RCN Radio, lo encontré en el pasillo con su caminado de bailarín, su camisa florida y su cabello ensortijado, y le dije Cheo, quiero hablar contigo. Antes que terminara de saludarlo me preguntó: ¿Como está el viejo? me lo saludas y dile que lo quiero con cojón..!! Así era el desparpajante y descomplicado, con sus camisas de colores, con las que se vestía y decía que ninguna la había la comprado, todas, las más de 400 camisas que tenía se las regaló algún artista famoso.

Al momento de iniciar la charla, empezó a sonar la famosa descarga de El Negro y Ray… – Espérate… me dijo… – Escucha esa vaina.. Ray Barreto el músico que le introdujo los compases rítmicos de las sinfonía de Mozart y de Chopin a la salsa… ese era un bárbaro, escucha ese violín… fue el único ser humano de este planeta que pudo lograr eso, lo hizo porque el “man” estuvo por Alemania en los años 50, en el auge de la música jazz “pesada”, con Dizzie Gillaspie, ese man era un bárbaro…! Al momento que iba escuchando la música, cerraba los ojos como haciendo un “rendering” de su “disco duro”, como el mismo decía que tenía más de 1000 gigas… “fíjate allí escucha ese timbal, ese es Tito Puente… ¡Vaya!” ¡Exclamó!

“…Su verdadero nombre era Raymond Barreto Pagan, nació en Nueva York en el condado de Manhattan, de origen puertoriqueño, era muy amigo personal de Celia Cruz y participó en muchas de sus composiciones.. Eso es lo que la gente no sabe..”. reía. “Si te das cuenta “mono (todos aquellos discípulos de mi padre me llamaban así) en uno de los solos de trompeta hace un “rubateo” de la guantanamera y se lleva por delante también varios clásicos cubanos como: de dónde son los cantantes.. si te das cuenta ese “man” era un bárbaro.. Para mí el mejor músico de salsa y de jazz latino del mundo era Ray Barreto…Todo aquel que quiera ser músico de conservatorio debe estudiar esta descarga, allí se ve la versatilidad y la creatividad de un músico…”

Me quedé impresionado con la cantidad de datos que rápidamente me decía Cheo, recordaba aquellas tardes domingueras que mi papá se ponía a escuchar a Pupy Legarreta, a la Fania, a la Charanga Clásica, esa música que enriqueció mi niñez, en la que algunas veces participaba de “alcapone”.

La conversación seguía, y parecía que él la disfrutaba más que yo, pero sucedía todo lo contari. “…fíjate, otro músico que me impresiona mucho a mi es Rubén Blades. El máximo ídolo de él fue Cheo Feliciano, una vez él mismo lo cuenta, que le dijo: Oye Cheo Feliciano, yo quiero ser como tú, pero él con su gran sabiduría le respondió: No tienes que ser mejor que yo… De esta forma tú te das cuenta la gran calidad humana de el gran Cheo Feliciano, su verdadero nombre era José Luis Feliciano Vega, nació en Ponce Puerto Rico en el año 1935 y lastimosamente falleció este año (2014) exactamente el 17 de Abril en un accidente porque a él le gustaba jugar en los casinos y cuando venía para su casa se quedó dormido y su carro se estrelló contra un poste eléctrico…”

La conversación seguía y seguía con más cifras, datos exactos y anécdotas que salían de su alma, esa misma que alimentaba su espíritu salsero, getsemanicense y cartagenero. Al recordar esta conversación con Cheo, evoqué la canción que él alguna vez describió en un conversatorio de salsa en el año 2000, celebrada en el hotel Monterrey de Cartagena, esa canción se llama “Amor y Control”, el propio Cheo la describió como la canción más triste que había oído, y por eso muy poco la escuchaba.

La única vez que vi a Cheo llorar fue en el año 2013, cuando fue condecorado por el Concejo de Cartagena por su aporte cultural a la ciudad. Ese día lloró, no sé si de felicidad o de tristeza, al abrazar a mi padre, a quien le dijo: “Villano tu eres mi papá, te quiero en pila y nadie en este mundo sabe lo que yo te agradezco por apoyarme, tu eres el más grande papá”, al mismo tiempo lloraba como un niño.

Me despedí de él ese día con un fuerte apretón de manos, con la noble exigencia que le diera mis saludos a mi padre y que le dijera que muy pronto iría a visitarlo.

En el mes de febrero de este año tuve la oportunidad de ir a ver a Cheo a su casa, convencí a mi padre de visitarlo, pero realmente no tuvo la fortaleza de bajarse del carro cuando lo vio. Su condición física por la penosa enfermedad que atravesaba lo había descompuesto y aquel salsero 100%, ícono de Cartagena por su originalidad, estaba realmente desmejorado. Mi padre solo lloró al verlo y me dijo: “Otro amigo que muy pronto se nos va…”.

Paz en su tumba.