Por Antonio Correa Jiménez (Especial para Revista Zetta).- Cartagena de Indias, 31 de julio de 2024.- Analizando lo que pasó en Venezuela nos queda claro que es el ejemplo vivo y perfecto para describir una dictadura, que en nada se parece a una democracia y que tiene un comportamiento de tiranía, ya que dichos sucesos dejan en evidencia el poder extraordinario ilegal de Nicolás Maduro sobre el Consejo Nacional Electoral -CNE – del vecino país, sobre las fuerzas militares, sobre el Congreso y sobre la Justicia, todos los cuales son controlados para sus fines protervos por el tirano, el mismo que quiso mostrarle al mundo un falso esfuerzo para probar que en Venezuela existía democracia.
Y ello es lo más falso y alejado de la realidad, como quedó evidenciado en el saboteo a la jornada electoral, la desconexión del CNE y la falta de garantías y total manipulación del conteo de votos, los cuales fueron precedidos de sendas comunicaciones de Diosdado Cabello invitando a los escuadrones de la muerte, los círculos bolivarianos, a intimidar al resto de la comunidad que esperaba en paz y sana convivencia los resultados electorales.
En Latinoamérica y el resto del mundo todos sabíamos el final de esta película. Como en el pasado, se dio un nuevo fraude electoral y toma del poder por el tirano Maduro y sus secuaces. Solo faltaba el final del guión, y era la lectura de los resultados por parte del presidente del CNE. Pero fue todo un sainete: este, con su mirada y la actitud complaciente del régimen, leyó los supuestos resultados sin revisar que el total de votos representaba un 132% y no el 100% que enmarcan las matemáticas. La vulgar mentira que estaba leyendo lo delató, tras lo cual dió la estocada final declarando electo a Maduro como presidente; no, perdón; como el tirano que oprime al pueblo libre venezolano.
Este señor no tuvo la más mínima consideración con el grado de miseria en que tiene sumergido al pueblo venezolano, ni tuvo la más mínima contemplación con sus hermanos que deambulan y mendigan por las carreteras de países latinoamericanos y del mundo entero, buscando un milagro que les cambie la vida o la ayuda divina para que el dictador tome conciencia y misericordia y se baje del poder.
Recordemos que quienes encabezan el fenómeno migratorio mundial son los venezolanos, que salen a buscar vida después de la muerte a la que los tiene sometidos maduro. Y a esto debemos sumar que esta población aumenta los cordones de miseria en el mundo. Colombia, nuestro amado país, es potencia en recibir migrantes y como tránsito hacia otros países; y una de las fronteras que más se atraviesa es la del Tapón del Darién, donde muchos de ellos mueren en altamar o en el esfuerzo por atravesar la selva y vencer sus dificultades, en su intento por cumplir el sueño centroamericano y americano en medio de un gran dolor.
Allí, en esas fronteras, la solución no es colocar perversos alambres de púas, como dispuso el presidente panameño José Raúl Mulino.
Nuestra esperanza estaba cifraba en que el fenómeno de migración ilegal que golpea en la actualidad a los EE. UU. en su máximo esplendor iba a motivar al gobierno de Joe Biden a ejercer presión para que se dieran las debidas garantías y los condignos controles para devolver la democracia al pueblo venezolano.
Ilusos nosotros que pensamos que lo anterior, sumado al haber indultado a Alex Saab, iba a jugar a favor del restablecimiento de la democracia en Venezuela.
Hoy nos queda una nueva frustración y a la vez una gran enseñanza: a los sectarios que reclaman más bloqueos económicos hay que decirles que el remedio no es la represión a un pueblo. Por el contrario. El bloqueo económico termina siendo un castigo contra un pueblo sufrido, el cual, así, resulta revictimizado. Debe ser lo contrario. A Venezuela hay que desbloquearla, para que pueblo venezolano sepa que el mundo está con ellos. Lo ideal es que sea el bravo pueblo, en su máxima expresión en las calles de Venezuela, quienes exijan la salida del dictador, y por supuesto su sometimiento a la justicia internacional, así como de sus cómplices Diosdado Cabello y Padrino López y demás secuaces, quienes deben ser procesados por crímenes de lesa humanidad, narcotráfico y todas las fechorías cometidas.
Por último, hoy la izquierda progresista latinoamericana de Brasil, Colombia, México y Chile debe solicitar al unísono el reconteo voto a voto y la observación internacional como único condicionamiento para el reconocimiento al Gobierno de Maduro en caso de hallarse ganador a este, un hecho poco probable.
Sabemos que no debemos entrometernos en asuntos políticos de hermanos países, y más cuando nosotros no tenemos la mejor democracia en Latinoamérica, ya que hoy en nuestro país persisten fenómenos como la compra de votos y el amedrentamiento armado al sufragante, entre otros hechos que pudiesen ser subsanados con una reforma política seria que el actual Congreso, por lo visto, tiene poca voluntad en sacar adelante.