El Eje del Mal en la nueva era Trump – Opinión de Luis Eduardo Brochet Pineda

Por Luis Eduardo Brochet Pineda (Especial para Revista Zetta).- Cartagena de Indias, 3 de febrero de 2025.- He denominado el Eje del Mal a un pentágono o polígono de cinco lados y cinco vértices de países que serán protagonistas nefastos en la etapa «Trump bis», liderados con escasa fortuna y acierto, por los siguientes mandatarios: Gustavo Petro (Colombia), Nicolás Maduro (Venezuela), Díaz – Canel (Cuba), Daniel Ortega (Nicaragua) y Leslie Voltaire (Consejo de Transición de Haití).

Cuando escuchamos hablar del Eje, en clave de alianzas bélicas, recordamos aquel triunvirato fatídico de la Segunda Guerra Mundial encabezada por la Alemania Nazi de Hitler, la Italia de Mussolini y el Japón del Emperador Hirohito, tan dolorosamente asociado al ataque a Pearl Harbor. También sabemos cómo terminó aquello: miseria, genocidio, suicidios, linchamientos, ahorcamientos, prisión perpetua, bomba atómica y el tribunal internacional en Núremberg, juzgando a delincuentes de guerra, el antecedente de los actuales criminales de lesa humanidad del que habla el Estatuto de Roma.

Por supuesto, las actuales circunstancias geopolíticas distan mucho de aquellos tiempos aciagos, pero he dicho que este nuevo Eje será nefasto para las normales relaciones con los Estados Unidos y con el Presidente Donald Trump, en especial, porque derivan en verdaderas amenazas para la estabilidad socio económica del país del norte: migración desbordada, bandas criminales en operación permanente como aliados y brazos armados del narcotráfico suramericano; política arancelaria y proteccionismo; posicionamiento y respeto a las fuerzas armadas estadounidenses, seguridad y soberanía nacional.

El presidente Trump, además, tiene a su lado una bancada republicana mayoritaria y cohesionada con todo su programa de gobierno en el Congreso, liderada por un americano – cubano casado con colombiana, el Secretario de Estado, Marco Rubio, quien tiene ideas muy claras sobre la problemática que históricamente se ha gestado desde el Eje.

Digamos que los otros gobiernos de izquierda en Latinoamérica, México, Brasil y Chile, puntualmente, no representan de momento, una incomodidad mayor para el gobierno estadounidense.

En su discurso de posesión, entre otras muchas cosas, el presidente Trump se centró en lo relevante de su programa de campaña: persecución y deportación de migrantes ilegales, considerando este fenómeno como la exportación de la criminalidad y por ello, ha de recuperarse la tranquilidad. El honor del ejército, es también un valor que hay que recuperar, decía Trump, pero fue muy cauto para referirse a intervenciones militares u otras operaciones, como podrían vislumbrarse para oriente medio o hipotéticamente, Venezuela, posibilidad que sí contempló en 2020. Muy mediador en el conflicto Rusia – Ucrania, pero sin pelos en la lengua para calificar de grupos terroristas a narcotraficantes y gobiernos que faciliten este crimen transnacional. 

En ese orden de ideas, la inteligencia norteamericana concibe la alianza Petro -Maduro, como un corredor colaborativo del narcotráfico, con aliados o enlaces en Cuba y Nicaragua y una “cabeza de playa” en Haití, que garantizan la seguridad del tráfico y la diáspora de rutas y mercados. En ello, el gobierno Trump no dudará poner mano dura tantas veces sea necesaria, para romper ese “encadenamiento productivo” difícil de monitorear y controlar, sin intervención militar directa.

Paralelo a este nuevo orden en las relaciones con los Estados Unidos, el estallido guerrillero – narcotraficante en la región del Catatumbo, donde suman más de 50 homicidios, más de 55 mil desplazados, siembra de bombas y caos absoluto, producto de las erradas y absurdas “conversaciones de paz”, hizo metástasis. Antes que enfrentar el conflicto y ordenar mínimamente el caos anunciado, el presidente Petro y su ministro de defensa viajan a Haití, para terminar de enlodar a los militares colombianos torturados en las cárceles de esa isla inviable y peligrosa para la región, desde que tenemos memoria. 

Discursos oscuros, trasnochados, de gestas libertarias inexistentes con salva de aplausos en un auditorio que no entendía una sílaba de castellano. Escenario surrealista y deplorable, mientras se cocinaba y expedía un decreto de conmoción interior sin motivación ni justificación, que será, sin dudas, abiertamente inconstitucional.

Pero el desastre total, la tormenta perfecta de la estupidez, se configuró a las tres de la mañana del pasado domingo 26 de enero, en lo que serían las peores doce horas en la historia de las relaciones entre Colombia y Estados Unidos, poniendo en riesgo la economía nacional, empleos, ingresos fiscales, empresas, turismo, cooperación, inversiones, exportaciones y la movilidad de connacionales hacia Norteamérica. Todo un tratado de torpeza, imprudencia, grosería y bravuconada que tendrá consecuencias irreversibles a futuro; ubicando al gobierno colombiano, por insania mental del presidente Petro, en el conejillo de ejemplo sobre lo que puede pasar en la región latinoamericana a nivel arancelario y de trato humano, si chocan con los postulados gruesos del programa de gobierno de Trump.

En concreto, ¿cómo podría influir esta situación de antagonismo Petro – Trump, en la economía colombiana a corto y mediano plazo? 

Tomando a Colombia como mal ejemplo de lo que NO SE DEBE HACER en las relaciones con los Estados Unidos hoy, en materia de comercio exterior es claro que el ARANCEL será utilizado como un arma de alineación política; los flujos comerciales girarán por afinidades entre Estados, en contrapeso a la creciente influencia estatal China en Latinoamérica, principalmente en Panamá, Perú, Brasil, Venezuela y Colombia, en ese orden. Hay que esperar a mediano plazo cómo toma el gobierno TRUMP la nota interpretativa introducida en el TLC entre Estados Unidos y Colombia, adelantada con el gobierno BIDEN a principios del 2025 y cuánto podría afectar a inversionistas norteamericanos en los próximos arbitrajes internacionales.

En este sentido, atendiendo asuntos fiscales y de tributación internacional, el Secretario del Tesoro de los Estados Unidos tiene la misión de encontrar si en Colombia, a raíz de las últimas dos reformas tributarias o eventualmente por el decreto de conmoción interior, las empresas norteamericanas pertenecientes principalmente al sector de hidrocarburos, tienen una carga tributaria excesiva como para ser considerada usura tributaria, lo que daría pie a demandas contra el Estado colombiano.  

A corto plazo, podríamos estar al limite de la descertificación y, para que no queden dudas de la ligereza irresponsable en cazar peleas absurdas y que no es nada fácil ni automatico “cambiar de mercados”, recordemos que el 36% de las exportaciones de Colombia van a los Estados Unidos, valoradas en 300 mil millones de dólares año, contrastando con las exportaciones a China que suman al año solo 18 mil millones de dólares.

Esta nueva era del gobierno Trump no será igual de errática, altisonante, mediática o dubitativa como lo fue su primera presidencia. En esta ocasión, el pentágono del mal estará en la mira y no se ahorrará esfuerzo el mandatario estadounidense, para cerrar el cerco desde varias aristas o escenarios; intentando cumplir, a rajatabla, con sus electores y de paso posicionar, por la inteligencia, el derecho, la economía o por la fuerza, a los Estados Unidos de los estadounidenses en la cima del mundo.

*Economista y Abogado.