Por John Zamora (Director de Revista Zetta).- 14 de abril de 2014.- Mafalda nos enseñó que a cada problema hay que ponerle una solución y no a cada solución un problema.
Algo tan lógico y sencillo es bien difícil de entender y, mucho peor, poner en práctica, y eso es reflejo de la sociedad que hemos construido: amorfa, atrofiada, descuadernada, insolidaria, desarticulada.
Cartagena de Indias es fértil en ejemplos. Hace algunos años fue Mister Tollo, un visionario personaje con su columna en El Universal “Cartagena al revés”, quien nos deleitó con todos los retratos de las cosas que siempre hemos hecho como no debe ser.
Un día necesitábamos expandir y modernizar a la ciudad. La solución fue ponerle dinamita a un tramo de muralla en el Centro.
Otro día necesitábamos sacar al mercado de Getsemaní para construir un moderno centro de convenciones y ponernos a tono con los nuevos tiempos del turismo y el comercio. La solución fue construir el nuevo mercado en Bazurto. Sólo que no se construyeron los mercados sectoriales complementarios, ni las vías, ni se hizo nada por impedir que se convirtiera en el más agudo cuello de botella para el futuro de la ciudad, y hoy es la porquería más insultante que un pueblo pueda sufrir. Ni con sentencia judicial se ha podido mover tanta ignominia.
Otro día necesitábamos un sistema de transporte masivo, y la solución que impuso el Gobierno Nacional fue Transcaribe… un barril sin fondo por el que se han ido miles y miles de millones de pesos y que no resolverá nunca el problema, porque es una vil copia del Transmilenio, que tampoco le resolvió nada en cachacolandia.
Otro día necesitábamos ponerle orden a los invadidos márgenes de la ciénaga de la Virgen, y construimos la vía Perimetral, alias “la mocha” (no ha sido terminada), que en el poco tiempo de servicio ya hace curso para trocha. (rima con mocha, es hasta poética).
Otro día necesitábamos elegir buenos gobernantes… buenos dirigentes… (aquí, amigo lector, le pedimos que termine la frase, seguro tendrá muchas ideas…)
Esto demuestra que en Cartagena de Indias cuando se quiere, se puede. Y cuando se quiere embarrarla, se hace con las cuatro patas y hasta el fondo.