Por Ana María Cuesta.- Especial para Revista Zetta.- (Nota de la Redacción: esta columna fue escrita antes de conocerse la muerte del escritor Óscar Collazos). Con tristeza recibí la reacción del maestro Óscar Collazos sobre el episodio que ocurrió esta semana, cuando un medio nacional se atrevió a dar la primicia de su supuesta muerte.
Él, con su carácter irreverente y directo, increpó a través de su cuenta de Twitter al periodista Juan Gossaín Abdala, cuando pudo sobreponerse de la ‘Unidad de Chismes Intensivos’, como catalogó, a la cantidad de conocidos que, sin confirmar o basados en lo que dijo el medio, le despidieron a través de las redes.
Entiendo su rabia. Lo que ocurrió con él demuestra todo el daño que se puede hacer con un chisme. Pero pese a que hoy más que nunca celebro su vida, creo que no fueron apropiadas sus reacciones.
Pero así es Óscar, único. Me atrevo a pensar que no le importan odios o amores. Su pasión es expresar. Todo lo que ha dicho en su obra editorial ha sido necesario –pues confieso que no he podido leer su literatura-. En mí inspiró el que admire a las personas incómodas. Sin embargo, sin conocer a fondo el asunto, creo que fue muy injusto con Gossaín. No estoy de acuerdo con los ataques que, después de sus trinos, personas influyentes han lanzado hacia él.
No creo que ese maestro del periodismo vaya por las calles de Cartagena, llamando a cuanto periodista conoce, para dar buenas nuevas o tragedias. Pues si algo lo caracterizó en sus tiempos de radio fue su prudencia. El error estuvo en ese medio que, tal vez, se dejó seducir por ese afán de contar las cosas primero y que dejó en evidencia a una de las fuentes a las que se le ocurrió consultar. Deseo que Collazos pueda sobreponerse a la enfermedad y que el lío entre ambos maestros se resuelva con un abrazo.
Pero otro rumor me obliga a reconocer un craso error mío, no sé si del gremio. Varios periodistas nos indignamos en nuestra esfera privada, no en los espacios que representamos, por la agresión física de la que fue víctima una de nuestras colegas. El señalado culpable y agresor es otro periodista que está solo, con el respaldo único del medio al que pertenece.
La cosa llegó a tal extremo en el que ya no solo eran diez periodistas denunciándolo, era una candidata a la Alcaldía de Bogotá, políticos, y dos de los abogados con más prestigio en el país hablando públicamente de una agresión que, dos semanas después, nos enteramos que al parecer no ocurrió como se contó inicialmente. Nuestra colega aclaró en una carta que nunca hubo golpiza, pero sí una agresión que resolverán, como puedan, en sus esferas privadas. Sólo ella sabrá qué pasó, y por qué no dejó que creciera la bola de nieve cuando hay un dictamen forense en el medio. Habrá que esperar los resultados de los procesos penales en curso. Y a mí me queda como lección la prudencia.
Adenda: Rechazo las presiones que ha sufrido La Silla Vacía, pero me sorprenden los cuestionamientos que este medio hizo sobre un periodista que renunció prematuramente, pero presumo que con sus razones, a un compromiso laboral que había adquirido con ellos.