El concejal y candidato a la Alcaldía Pastor Alonso Jaramillo rechazó malsanos rumores que lo unen con Quinto Guerra, y le lanzó agudas críticas para significar que jamás se uniría al candidato conservador.
Jaramillo dijo que con Guerra Varela solo tiene un “incomunicable abismo de diferencias” y lo acusó de pasar 11 años en el Concejo “sin decir nada importante”.
La declaración de Jaramillo es esta:
En las dos últimas semanas han llegado a algunos medios de comunicación, así como a oídos de algunos familiares, amigos y colaboradores de mi campaña a la Alcaldía, rumores acerca de declinar la misma y adherir a la del conservador Antonio Quinto Guerra.
Quiero aclarar que de eso no hay posibilidad alguna, ni siquiera remota. Con el exconcejal Guerra Varela sólo tengo un incomunicable abismo de diferencias sobre el futuro de la ciudad. No puedo ni podré acompañar a alguien que en 11 años de ejercicio en el Concejo Distrital nunca se le escuchó decir nada importante acerca del desarrollo de la ciudad; es más, en los tres años que compartí ese escenario con él, no recuerdo haberle oído pronunciar alguna medianamente interesante idea acerca de seguridad ciudadana, movilidad, educación, fortalecimiento del aparato productivo local, desplazados o cualquier otro tema de cardinal importancia para el porvenir de Cartagena. Al excabildante conservador se le recuerda más bien, por un tristemente celebre festín que la Revista Semana denominó «Bacanal» y por tener varios años de andar haciendo campaña repartiendo gorras y no soluciones. Eso difiere profundamente de mí forma de hacer proselitismo: yo no hago política con bacanales o repartiendo gorras; yo, reparto ideas y soluciones claras en los asuntos ya mencionados. Los únicos acercamientos que admito tener son ya conocidos y están referidos al grupo -llamado por algunos periodistas como el «grupo de Zalmedina»- que con mucho sentido de un serio desarrollo han convocado unos académicos cartageneros encabezados por la exministra Patricia Martínez y desde donde se mira a la ciudad conforme a una programación de políticas públicas de varias décadas, similar a lo que con mucho éxito han hecho, a nivel mundial, urbes como Singapur o Barcelona.