Por Miguel Raad Hernández (Septiembre 3 de 2015).- (Especial para Revista Zetta).- Hoy se cumplen 14 días desde el inicio de la crisis de los deportados de Venezuela. Son muchas las historias y las pruebas de los atropellos cometidos por las autoridades del vecino país contra humildes colombianos, de los cuales los más graves son quizá aquellos que hacen víctimas a los niños. La situación humanitaria es crítica, a pesar de los esfuerzos de nuestro Gobierno por acoger responsablemente a los compatriotas maltratados y darles unos mínimos de dignidad.
Entre tanto, nada presagia una pronta solución a la crisis. Por el contrario, continúa la agresividad y procacidad del lenguaje de las autoridades venezolanas y se endurece
el de las colombianas. Pero, además, la falta de resultados de los esfuerzos diplomáticos hechos por Colombia, tanto bilaterales como multilaterales ante organismos como la OEA, obligan a Colombia a estudiar otras vías jurídicas de muy improbable celeridad y a adelantar una ofensiva para pedir la solidaridad y acciones concretas de naciones amigas. Sorprende, sí, la actitud de Panamá en la OEA, cuyo Gobierno se dejó extorsionar por Venezuela y cambió su voto en la Asamblea de dicho organismo para rechazar la petición de Colombia de una Reunión de Cancilleres para tratar el asunto. Queda la nota en el libro de las traiciones de quienes sentíamos como hermanos de sangre.
Si los esfuerzos diplomáticos y jurídicos internacionales fracasan, y si Venezuela continúa sus agresiones contra los colombianos y sus autoridades, no habrá lugar para buenos presagios. Colombia es un país de Paz y actualmente hace ingentes esfuerzos por lograr la terminación del conflicto armado interno, pero si se le cierran todos los caminos para una salida digna y favorable a esta crisis creada por el Gobierno de Venezuela, nuestro Gobierno tendrá que adoptar medidas coercitivas para defender a sus connacionales. Ya el Ministro de la Defensa dijo ayer: «Estamos preparados para lo peor, pero esperamos que suceda lo mejor».
Entre las medidas inmediatas más fuertes que puede adoptar nuestro país están la ruptura de relaciones diplomáticas con el vecino país y pedir la salida de Venezuela como garante de las conversaciones y negociaciones de Paz con las FARC. Luego, es posible que sobrevengan medidas de otros países amigos que están hartos de las desmesuras y tropelías de Nicolás Maduro y su determinador interno, el Rasputín del régimen, Diosdado Cabello. No queremos imaginarnos que Cuba esté detrás de esta política contra Colombia, pero si las cosas siguen por el camino que van, pareciera que el destino que Maduro y su Rasputín quieren para la Patria de Bolívar, es el mismo que ya recorrió en el pasado el dinástico gobierno de la Isla: el aislamiento de la comunidad internacional del que, paradójicamente, Cuba empezó a salir con la reanudación de las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos. Aquí hay una prueba de fuego para medir las verdaderas intenciones actuales del régimen de los Castro y su nueva política diplomática internacional.
Ojalá nuestro Gobierno sepa mover a los aliados internacionales y los gobernantes sensatos de América eviten una locura autocrática más en nuestro continente. Pero que nadie se llame a engaño: Los colombianos sabremos defender a nuestros compatriotas y la dignidad y soberanía de nuestra Patria.