Por Danilo Contreras.- (Especial para Revista Zetta).- Tal vez sea una hipérbole sentenciar que la mayoría de los males ciudadanos radica en los gobiernos, pero es probable que muchos estén de acuerdo conmigo.
Situaciones cotidianas, triviales, acreditarían esta conjetura. La negativa de ciertos taxistas a prestar sus servicios puede ser un ejemplo. Uno de estos días me dispuse a tomar un taxi desde la Castellana hacia el centro con escaso éxito, ya que los que se dignaban parar rehusaban transportarme al saber de mi destino. Otros cobraban $15 mil, siendo que la tarifa señala que el costo es $10.300. Luego de 40 minutos claudiqué y dócilmente cancelé $14 mil a un taxista que me llevó.
Pese a la contrariedad de esta prosaica situación pude hilvanar un pensamiento del que deduje que la génesis de esta incomodidad tan común, está en últimas, en el Distrito que no cumple con su función de proveer un servicio de transporte público adecuado.
En efecto, el taxista indolente alega en su defensa los innumerables trancones que le impiden ser eficiente a fin de completar la tarifa que le exige el dueño del carro.
El transporte público en Cartagena es un círculo vicioso en el que no se avizoran soluciones. El mal servicio prestado por buses y taxis incentiva la oferta de transporte informal (colectivos y mototaxis), que a su vez constituyen la principal amenaza del cacareado Transcaribe. Los colectivos prosperaron ante el abandono de rutas hacia Daniel Lemaitre y barrios aledaños y las mototaxis encontraron nicho en la desidia de sucesivos gobiernos que dejaron crecer el fenómeno sin brindar alternativas de ocupación productiva y decente a un ejército de conciudadanos que a través de este irregular servicio obtienen el sustento propio y de la familia.
El Alcalde mayor se empeña en poner al servicio de la ciudad el sistema de transporte masivo a más tardar, en las efemérides de muestra independencia. Pero eso no es posible y sospecho que tal inauguración será una charada más como tantas, con el agravante de que los problemas que heredara el próximo alcalde tendrán ribetes de orden público.
El alcalde en su afán de imponernos un oligopolio, olvida a los pequeños propietarios de buses, a los relevos, a los esparrin que se verán afectados. Eso sin mencionar a los mototaxistas y colectivos para quienes la alternativa será la represión y no las oportunidades, considerando la ciega admiración que el mandatario local profesa por el modelo Barranquilla.
El alcalde olvida el espíritu del Conpes 3260 de 2003 que a la letra señaló: “Con el fin de aprovechar el conocimiento y la experiencia adquirida por la industria transportadora en cada ciudad, la implementación de los SITM incentivará la participación de la misma en los respectivos proyectos”.
El alcalde quiere pavimento pero no le interesan las comunidades que lo reciben, el alcalde levanta niños en brazos pero no le interesa su suerte, el alcalde quiere Transcaribe, pero no le interesa si soluciona o termina de joder la movilidad de la ciudad.