John Zamora.- Director Revista Zetta.- Los hechos siempre van delante del derecho; las cosas suceden y después el derecho las regula. En países legalistas como el nuestro, nos gusta tener leyes para todo, así no las cumplamos. Ahí tenemos la reforma de la salud dizque acabaría con el paseo de la muerte, pero ni con tutelas se obtienen las medicinas para los pacientes.
Esa tendencia a normar todos los aspectos de la vida social se está trasladando a algo que no debería ser tan aparatoso como los estamos viendo por estos días: los debates.
En la carrera por la Alcaldía de Cartagena quedaron ocho candidaturas el 25 de julio pasado, y en las últimas semanas se han programado varios debates para escuchar sus propuestas.
En una democracia donde se pretenda que el elector decida de manera libre e informada, es saludable que los debates existan. Que los candidatos expongan sus ideas, las contrasten, y los ciudadanos se formen una idea y decidan a conciencia.
Pero los debates están dejando muy mal sabor.
Se han saturado de normas que los hacen impotables y, en esa medida, antidemocráticos. Algo tan sencillo como dialogar se ha tornado en un tortuoso ejercicio con normas minúsculas pero de estorbo mayúsculo.
– Usted tiene 30 segundos para presentarse… – No puede contrapreguntar sino después de la ronda completa de respuestas… – Tiene 1 minuto para responder y faltando 20 segundos le ponemos un semáforo en amarillo para que sepa que tiene que redondear… – Solo puede estar acompañado de tres personas… Traiga una certificación autenticada de la Registraduría para creerle que es candidato… – No puede esto, no puede esto otro y no puede aquello…
Por esa megalomanía de asesores y teóricos de la política que hoy tanto abundan, los debates de encajonaron y perdieron su esencia. Todos los que hemos visto en esta campaña electoral han defraudado, pues al querer debatir, lo que han hecho es aburrir al público, hastiar a los candidatos y erosionar la esencia del debate.
Ahora, no hay que culpar del todo a la metodología de los debates. También uno que otro candidato o candidata tiene buena parte de la culpa por falta de condiciones, ausencia de criterio y exceso de paranoia obsesiva compulsiva esquizofrénica.
Son mejores los debates aquellos donde las reglas mínimas son las del sentido común, el decoro y el respeto, y donde se pueda apreciar y valorar la discusión de un tema. Y sin tanto “experto” vanidoso y ególatra de por medio.